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Dalian Atkinson, en un partido entre la Real Sociedad y el Real Madrid. Archivo
Tribunales

El delirio del exfutbolista Atkinson aterrorizó al policía que le mató

El acusado de su homicidio, o incluso asesinato, describe el pánico mortal que le causó un hombre desarmado e ido

IÑIGO GURRUCHAGA

LONDRES

Miércoles, 2 de junio 2021, 20:59

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El policía Benjamin Monk, que mató al exfutbolista de la Real Sociedad, Dalian Atkinson, es un poco más alto que su víctima, tiene cinco años menos que los que tenía él. En la noche del 14 de agosto de 2016, acudió con su colega Ellen Bettley-Smith, a Meadow Close, un fragmento de urbanización agradable en Telford, porque los vecinos llamaron porque había una gran escandalera en la casa del padre de Atkinson.

Monk tenía una pistola eléctrica y tres cartuchos, esposas. También la ayuda de una colega principiante para pedir apoyo, que estaba disponible a una distancia de seis minutos. Tenía 14 años de experiencia como miembro de la Policía. Pero, cuando llamó a la puerta de Ernest Atkinson, salió Dalian, a quien su padre y sus vecinos no reconocían por el delirio que sufría.

El exfutbolista avanzó hacia Monk, le dijo que no podría hacer nada contra él porque era El Mesías. Y el policía, que solo había sacado pistolas eléctricas en cuatro ocasiones, pero nunca las había disparado contra una persona, se sintió tan aterrado por el trastornado, que no portaba ningún arma, que le amenazó con dispararle 50.000 voltios.

«Puedes dispararme 100.000 y no me ocurrirá nada», le habría dicho el patético mesías Atkinson. Y siguió avanzando hacia él. Disparó el primer cartucho, pero no tuvo efecto. Disparó poco después el segundo, y tampoco tuvo efecto. Monk sintió ganas de escapar, pero también que no podía abandonar a su colega y amante, Ellen, y a Ernest Atkinson.

Pensó que iba a morir si fallaba el tercer cartucho. Apretó el gatillo durante 33 segundos, seis veces más de lo convencional. Monk juraría ahora que solo fueron cinco. Atkinson se detuvo. Ya no avanzaba hacia el agente. Cayó en la carretera. Monk vio que se tiraba de la ropa, intentando quizás arrancarse los pinchos eléctricos. Su mano derecha se apoyaba al mismo tiempo en la carretera, como si quisiera apoyarse para iniciar el movimiento de levantarse.

Una patada «instintiva»

De nuevo, el policía que entonces tenía 38 años sintió que ese hombre tirado en la calle y que no era el Mesías iba a matarlos a todos. «Pégale, joder», le dijo a su colega. Y Bettley-Smith le dio a Atkinson unos porrazos en los muslos. Monk le dio una patada. En su declaración a los investigadores del cuerpo policial dijo que se la dio en el hombro. Ahora dice que fue una patada «instintiva», sin dirección.

Los testigos han dicho que le pateó repetidamente en la cabeza. Los patólogos forenses encontraron huellas de suela de bota en la piel del fallecido, también restos de sangre en el calzado de Monk. Por esas patadas se le acusa de homicidio o asesinato. Atkinson, que padecía insuficiencia renal y engrosamiento del músculo cardíaco, llegó sin pulso al hospital.

Los colegas que asistieron tras la llamada de auxilio de Bettley-Smith felicitaron a Monk por su operación. Él pidió que le dejasen solo y les dijo también que necesitaría tiempo. No lo tenía. Fue a comisaría. Media hora después le dijeron que Atkinson había muerto. La noticia era «horrible». El juicio entra ahora en su fase final, en el que fiscal y defensor intentarán convencer el jurado.

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