Las patadas en la cabeza a Dalian Atkinson dejaron marcas de las botas

El patólogo forense Olaf Bierdrzycki encontró en la frente y en otras partes del cuerpo de Dalian Atkinson marcas congruentes con la huella del impacto de una bota, según su testimonio en el inicio de la cuarta semana del juicio por su muerte. Dos policías, Benjamin Monk y Mary Ellen Bettley-Smith, son acusados de asesinato u homicidio, el primero, y de un delito de lesiones, la segunda.

El avance de la causa coincide con la tensión, el domingo, entre aficionados del Aston Villa, de Birmingham, en el que Atkinson jugó tras su tiempo en la Real Sociedad. Un sector de los espectadores a los que se permitió la entrada en el estadio para presenciar el último partido de la temporada, contra el Chelsea, abucheó a los jugadores cuando formaron con una rodilla en tierra el círculo en el centro del campo, como signo de apoyo al movimiento 'Black Lives Matter', las vidas de los negros importan.

Otros espectadores protestaron por el abucheo y unos y otros se unieron minutos después coreando el nombre de Atkinson. Algunos hinchas que protestaron alegan que rechazan la prolongación de la campaña, que achacan a la situación en Estados Unidos. Jugadores del Villa y otros hinchas han condenado los abucheos. Se ha convocado una concentración de protesta por el 'caso Atkinson', este martes.

Por el estrado de los testigos han desfilado hasta ahora vecinos que relataron lo que vieron en el vecindario de Telford, donde vivía el padre del futbolista. Una testigo tuvo que retirarse de la ventana, horrorizada por las patadas que un policía, presuntamente Monk, le daba en la cabeza cuando Atkinson yacía inmóvil en la carretera. Los testimonios variaron en su precisión, pero fueron complementarios.

Dalian Atkinson había perdido la razón esa noche, aunque los forenses han confirmado que no había en su sangre restos de sustancias tóxicas, salvo una cantidad muy pequeña de residuo de cannabis, ingerido en días previos. Algunos vecinos llamaron a la policía, preocupados porque el padre sufriese un ataque de su hijo. Le habían visto crecer y subrayaban que su conducta no tenía precedentes.

El jurado oyó la lectura de la declaración de Monk a los investigadores de la Policía, a los que explicó que estaba aterrorizado ante una figura «gigantesca» y «enrabietada». Sintió, como su colega Bettley-Smith, que su vida corría peligro. Disparó su pistola eléctrica tres veces, a pesar de que, según el instructor en el uso de esas armas, funcionaba correctamente.

Según los patólogos, la tercera descarga, de 33 segundos, y las patadas en la cabeza pudieron ser la causa de la muerte. Monk dijo a los investigadores que le dio solo una patada, para evitar que se levantase tras el tercer disparo. En su bota quedó sangre de la víctima. Un policía que fue al hospital en la ambulancia que acudió al incidente se negó a quitarle las esposas por el nivel de violencia en los hechos ocurridos. Los enfermeros querían moverlo para que su cuerpo tuviese una postura más cómoda. En el hospital no lograron reavivar su corazón.