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El Judas es quemado en la plaza de Villadiego cada Pascua. J.C.R.
Burgos Misteriosa

La Luna, Judas y la Pascua: las raíces paganas de una fiesta burgalesa única

El fuego y el agua protagonizan la vigilia pascual cristiana esperando la resurrección de Cristo. La Quema del Judas es la representación más evidente de acabar con el mal para que triunfe el bien

Sábado, 19 de abril 2025, 09:39

Es significativo que las fiestas de Pascua se celebren con la primera luna llena de la primavera. Ese influjo del satélite de la Tierra es tal que muchas fiestas paganas están unidas a las fases de la Luna. Y las fiestas cristianas, antes judías, tienen como centro de su agenda a la Luna. En torno a sus fases gira buena parte del calendario de las celebraciones religiosas. Esta de la Pascua es la principal.

El año viejo Lunar toca a su fin y al llegar la primavera todo renace y es nueva vida. Un mundo gris y caduco muere y brota otro a borbotones de color y de vida. Algo que se representa en la provincia de Burgos con la Quema del Judas de Villadiego, de la que se habla más adelante.

En sus orígenes esta celebración era una fiesta pagana con la que los pastores celebraban el fin del invierno y la llegada del buen tiempo y las cosechas. Por eso coincidía con la primera luna llena de la primavera. La Semana Santa cristiana, por lo tanto, cambia en función de cuál sea la primera luna llena de la primavera. La Pascua judía fue el antecedente de la cristiana, que ha seguido esa pauta. Y en ella han influido culturas de todo tipo que nos han dejado tradiciones que aún perduran.

El comienzo del viaje hacia la Tierra Prometida

En la Pascua judía se celebra la liberación del pueblo israelita, el pueblo elegido por Yahvé, de la esclavitud de los egipcios. La Pascua, o Pésaj en hebreo, se celebra cada primavera entre el 15 y el 22 del mes hebreo de Nisán. Coincide con la primavera agrícola en la que los israelitas fueron liberados de la esclavitud y comenzaron su viaje hacia la Tierra Prometida.

La propia Torá instruye a los judíos a observar la Pascua durante siete días. Según el Midrash, incluso después de que los judíos huyeran de Egipto el primer día de Pésaj, los egipcios continuaron persiguiéndolos hasta que el Mar Rojo se abrió siete días después. Por esta razón, aunque el Éxodo comenzó el primer día, no terminó hasta el séptimo.

La muerte y la resurrección de la naturaleza

En otras partes de Europa, por ejemplo, en el ceremonial de Atis se celebraba la muerte y resurrección de la naturaleza, pero también el grupo social que pretendía iniciar una nueva vida. El mito de Atis hacía referencia a un dios vegetal que en su automutilación, muerte y resurrección representa los frutos de la tierra, que mueren en invierno para resurgir en primavera. En el arte, Atis era representado frecuentemente como un joven, con un gorro y pantalones frigios.

Por su parte, la pascua cristiana es el triunfo de la vida sobre la muerte con la resurrección de Jesús. Pero va más allá porque tras esos símbolos de la figura de Cristo, está la doctrina de San Pablo que los eleva a triunfo universal para todo seguidor del Hijo del Padre.

Estas semejanzas tan palpables han llevado a los historiadores de las religiones a concluir que tienen su origen «en los mitos y ritos de la antigüedad» y que la Iglesia no pudo eliminar. Julio Caro Baroja habla de «sincretismo fenomenológico, fusión y transformación de las costumbres» como también lo fue el sentido de la vida.

Entre otras muchas costumbres, el canto de las Marzas, el entierro de la sardina o la pingada del Mayo son fiestas que se han enraizado en la cultura de la Castilla más tradicional -y en otras regiones de España, Europa y América-. Y entre todas, la más llamativa es la Quema del Judas.

Judas Iscariote

Es el discípulo traidor. Aquel que en la última cena abandona la mesa para cumplir con la palabra dada a los sumos sacerdotes para entregar a Jesús unas horas después a cambio de 30 monedas. El Iscariote condujo a los esbirros enviados por el sumo sacerdote al jardín de Getsemaní; allí identificó a Jesús con un beso y saludándolo como rabí. El beso del traidor. Ningún historiado ha podido atestiguar que Judas se suicidara abrumado por la culpa; la leyenda dice que se suicidó en el monasterio de Aceldama.

La Quema de Judas

Con ese precedente de traidor, la figura de Judas ha sido -y sigue siendo- una perfecta excusa para culparle de todos los males del mundo. Esta fiesta, que en Burgos alcanza la excelencia en la representación que se realiza en Villadiego, fue muy extendida en el mundo cristiano. En muchos lugares, la Pascua de Resurrección se celebraba con grandes hogueras y se quemaba en ellas durante el sábado de gloria, a una figura de paja, quien llamaban Judas.

Los ritos de primavera pretendían acabar con lo viejo y caduco para resurgir a lo nuevo. Por eso San Pablo, tan importante en la conformación del primer cristianismo, incide en sus cartas en la misma idea pagana, pero con un giro, matices diferentes, entendiendo por lo viejo, las malas acciones, fruto de la debilidad humana.

El hombre que recuperó la fiesta del Judas en Villadiego, Ernesto Pérez Calvo, explica en su obra Fiesta del Judas, que esta celebración aparece unida, por ejemplo «a ritos arbóreos». Habla de que en la vecina localidad alavesa de «Salinas de Añana, al amanecer, el domingo de Pascua, se acude al monte a cortar un saúco» para colocar ahí al espantajo de Judas y quemarlo.

Villadiego y su Judas

La de Villadiego es la fiesta más importante. El sábado de gloria es el día indicado. Al amanecer, los Cadenas llegan a la plaza arropando al Judas, un muñeco estrafalariamente vestido y de rubia cabellera. No falta el ruido y el alboroto que armaban en su afán de provocar a los vecinos y provocar confusión.

Con sus gritos, petardos y cacharros disonantes y caóticos intentaban ahogar el canto de aleluyas de San Lorenzo, Santa María y el Convento de las Agustinas, al unísono, lanzaban al viento. Ya en sonidos tan dispares se presagiaba en el cielo el enfrentamiento entre el bien y el mal, que se iba a producir en campos y plazas. Se alían con los Miñones en su afán de que el ejército del Rey no capture al Judas para juzgarlo.

Los esfuerzos son vanos y pese a forzar una batalla en el Alto de la Riba de Villadiego, los soldados reales se hacen con el Judas que es juzgado y ejecutado en la plaza del pueblo.

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