Sánchez acepta en menos de 24 horas que Iglesias sea vicepresidente
El líder del PSOE y el de Unidas Podemos sellan un preacuerdo para formar ahora el Gobierno de coalición que no supieron pactar tras el 28 de abril
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias compartirán Gobierno. Lo que fue imposible durante casi cinco meses, después de las elecciones generales del 28 de abril, se hizo realidad este martes, dos días después de una repetición electoral de la que ambos han salido trasquilados, con menos votos y menos escaños. El programa y la estructura del futuro Ejecutivo aún están por negociarse, pero el secretario general del PSOE y el de Unidas Podemos suscribieron de manera solemne en el Congreso un preacuerdo por el que se comprometen a hacerlo viable. Y, aunque el texto no lo diga, fuentes socialistas confirman que Iglesias tendrá una Vicepresidencia.
En principio, fuentes próximas al presidente en funciones aseguran que Carmen Calvo mantendrá también su actual cargo y que Sánchez cumplirá su promesa electoral de situar en otra vicepresidencia a la ministra de Economía, Nadia Calviño; de modo que en el futuro Gobierno puede acabar habiendo tres vicepresidencias, como en la última etapa del de José Luis Rodríguez Zapatero.
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Lo demás está todo muy verde. Sánchez -que esta vez ha llevado la negociación directamente con Iglesias y ni siquiera había informado a su ejecutiva sobre sus intenciones- insistió este martes en que lo relativo a la composición del Consejo de Ministros terminará de perfilarse una vez haya conseguido superar el debate de investidura, para lo que todavía no hay apoyos suficientes. Sin embargo, desde Unidas Podemos sí se avanza que Irene Montero asumirá la cartera de Igualdad y que el grupo confederal de izquierdas se hará cargo de Trabajo, pero sin competencias sobre Seguridad Social (algo que los socialistas siempre han querido preservar), y de Universidades, aunque sin Educación.
El documento de dos páginas que sienta las bases del futuro entendimiento entre ambas fuerzas políticas es, por otro lado, poco concreto; apenas un borrador con forma de decálogo. No dice nada, por ejemplo, de derogar la reforma laboral, sólo habla de «combatir la precariedad» y «garantizar trabajo libre, estable y de calidad». Se refiere de forma genérica a la lucha contra el cambio climático; a la protección de los servicios públicos, el blindaje de las pensiones o el combate contra la corrupción; al derecho a la eutanasia y a la muerte digna o a «asegurar España como país de memoria y dignidad»; a la cultura como derecho; a las políticas feministas y a la lucha contra la despoblación. Y aunque sí hace alusión a Cataluña y a la crisis económica, dos asuntos esgrimidos durante meses por el PSOE como fundamentales para explicar sus recelos a un Gobierno de coalición con Unidas Podemos, también lo hace de manera superficial.
Los socialistas se garantizan, al menos, que esta vez no habrá discusión con sus socios sobre el derecho a decidir o consultas sobre la independencia. Ambos abogan por fomentar el diálogo y buscar formas de entendimiento, pero el documento matiza: «Siempre dentro de la Constitución». En el apartado económico, en el que también existen diferencias notables, Sánchez ha introducido igualmente algunas salvaguardas. El texto subraya así que el «control del gasto público es esencial para el sostenimiento de un Estado de bienestar sólido y duradero» y que el impulso de nuevos derechos y políticas sociales se hará con arreglo a los compromisos fiscales de España con Europa.
«Irremediable»
En el PSOE la mayoría asumen la decisión de Sánchez como «irremediable». Es más, algunos barones recuerdan que ellos habrían preferido que optara por esta misma vía antes de ir a segundas elecciones. «Cualquier solución rápida era imprescindible en términos de defensa de la democracia», dice un presidente autonómico.
Los socialistas contemplan que Calvo continúe en su puesto y Calviño será vicepresidenta económica
Muy pocos, podrían contarse con los dedos de una mano, conocían el plan de su secretario general, que ya el lunes recibió a Iglesias en la Moncloa. Aunque en la dirección del partido algunos daban por hecha la coalición con Podemos, admiten que nunca creyeron que las cosas fueran a desarrollarse con tanta premura. Sánchez justificó este martes el drástico viraje apelando a los resultados electorales. Implícitamente, admitió una enmienda a la totalidad de los electores a su estrategia. «Somos conscientes de la decepción que existía entre los votantes progresistas y también entre los ciudadanos que lo que querían era que hubiera un gobierno y superar la situación de bloqueo», alegó.
El castigo de las urnas ha servido para que tanto él como Iglesias abandonen los reproches y hablen ahora de un proyecto «ilusionante». Pero lo cierto es que aún tienen que trabajar mucho para sacarlo adelante. Juntos PSOE y Podemos suman 155 escaños, lejos de los 176 que se requieren para superar una investidura en primera votación. A la segunda, requerirían más 'síes' que 'noes' y suponiendo que puedan contar con el PNV, Más País, Compromís, el PRC y Teruel Existe, todavía necesitaran a Ciudadanos o a ERC. Los liberales eran la primera opción del PSOE, pero este martes ya anticiparon su 'no'. Con los secesionistas preferirían no contar. Y, en todo caso, la primera reacción de ERC tampoco fue precisamente halagüeña.
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