Sánchez, presidente del Gobierno tras lograr la mayoría simple

Pedro Sánchez presidirá el primer gobierno de coalición en España desde 1939. Este martes ha logrado la investidura por solo 2 votos. Ha obtenido 167 respaldos de los diputados del PSOE, Unidas Podemos, PNV, Más País, Compromís, Bloque Nacionalista Galego, Teruel Existe y Nueva Canarias. Votaron en contra los 165 representantes del PP, Vox, Ciudadanos, Junts per Catalunya, la CUP, Navarra Suma, Coalición Canaria, Partido Regionalista de Cantabria y Foro Asturias. Se abstuvieron los 18 parlamentarios de Esquerra Republicana de Catalunya y EH Bildu.

Los nervios de los socialistas y de Unidas Podemos previos a la votación dieron paso a una satisfacción incontenible. Se desbordaron sentimientos sellados durante semanas. Aplausos, abrazos, besos y alguna lágrima brotó en los escaños de la izquierda. Una euforia que contrastaba con la seriedad de los rostros de las bancadas de la derecha, que han abandonado con rapidez el hemiciclo. El líder socialista había anunciado poco antes que «va a gobernar una coalición progresista porque así lo han decidido la mayoría de los españoles y la mayoría de esta Cámara».

El breve debate, poco más de una hora, no ha alcanzado las cotas de tensión del sábado y del domingo, pero ha habido momentos que las han bordeado. Sánchez ha pedido a la oposición conservadora que renuncie «al clima tóxico» y «acepte el resultado» de las urnas. «No les compensa el berrinche». Pero sus palabras tuvieron escaso eco.

El líder del PP, Pablo Casado, no ha rebajado un ápice la dureza de su discurso. «Su única patria es usted», ha espetado a Sánchez, al que ha acusado de engañar «a todo el mundo». El presidente de Vox, Santiago Abascal, habló de «Gobierno ilegítimo» que cuenta con «el beneplácito» de ETA. «Usted ha quemado todos los puentes con el constitucionalismo», ha apuntado la portavoz de Ciudadanos, Inés Arrimadas.

El pleno ha estado a punto de degenerar otra vez en un guirigay incontrolable con la diputada de Esquerra, Montserrat Bassa, hermana de la exconsejera encarcelada Dolors Bassa, que ha reconocido un secreto a voces: «Me importa un comino la gobernabilidad de España». Pero pese a ello ha justificado la abstención para facilitar la investidura. Unas palabras que desataron la satisfacción combinada con pateos de la derecha y sembraron de caras de estupefacción la bancada socialista.

La presencia en la tribuna del diputado de EH Bildu Oskar Matute ha aligerado el atestado hemiciclo porque los representantes de Vox han abandonado el pleno. Sus palabras, con alusiones a los GAL, Gürtel, pueblos «oprimidos» y a explotadores y explotados, han provocado alguna protesta, pero nada que ver con la zapatiesta del domingo. Los de Vox volvieron.

Fue la investidura más ajustada desde la transición. El líder socialista ha anunciado que va a intentar que esta sea la última votación de infarto para elegir a un presidente del Gobierno, con un bloqueo político y mayorías exiguas que eternizan el proceso y dan pie a vetos estériles. No lo ha mencionado de de forma expresa, pero se refería al cambio del artículo 99 de la Constitución que regula el procedimiento de la investidura. Se trata, ha explicado en su breve intervención previa a la votación, de buscar «fórmulas para facilitar la formación de mayorías de gobierno frente a las mayorías de bloqueo».

Hecho este anuncio procedimental, el líder socialista ha sudado hasta el final. Mariano Rajoy pasó apuros en 2016, pero la abstención de los socialistas en la última votación facilitó su reelección con un amplio margen. Antes, ni Adolfo Suárez ni Felipe González ni José María Aznar ni José Luis Rodríguez Zapatero tuvieron problemas para solventar el trámite, pero eran los tiempos del bipartidismo y de la relación normalizada con los nacionalistas. Ahora, hay cuatro partidos con fuerte base parlamentaria y la derecha ha demonizado al nacionalismo.

«El nuevo tiempo empieza mañana», ha dicho el portavoz del PNV, Aitor Esteban. Todo apunta a que va ser un mañana complicado y de duración incierta.