El columpio gigante que ha estrenado un pueblo de Burgos este verano
Con apenas diez habitantes, esta aldea de Las Merindades ha levantado un columpio panorámico de casi diez metros
En pleno Valle de Tobalina, donde las hoces y los desfiladeros evocan paisajes propios de Noruega, ha nacido un nuevo lugar para visitar que te hará de cierta forma volar. El pequeño pueblo de Burgos Santocildes ha estrenado este verano un columpio panorámico de casi diez metros de altura, más en concreto de 9,6, que invita a observar uno de los rincones más bellos de la provincia, desde donde se ven vistas a un paisaje excepcional, los Montes Obarenes, la Sierra de Arcena, la ciudad de Frías y otras localidades cercanas.
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Lo que parecía un sueño imposible se convirtió en realidad gracias al empeño de los vecinos de Santocildes, un diminuto pueblo de menos de diez habitantes. En tan solo tres meses, levantaron este gigante de madera que hoy es símbolo de orgullo comunitario y que demuestra que «desde el pueblo más pequeño se puede hacer el proyecto más grande».
A un palmo del cielo
Para llegar al columpio, basta con caminar unos diez minutos desde el centro del pueblo. Aunque se puede acceder en coche, lo recomendable es aparcar en la zona habilitada y disfrutar de un paseo bajo un túnel de vegetación que culmina en un merendero cubierto, perfecto para descansar antes de lanzarse a la experiencia.
Además de disfrutar del paseo lleno de vegetación el pueblo de Santocildes es un enclave con mucho potencial. Sus calles empedradas junto con su aire medieval, en pleno corazón de Las Merindades, convierte al municipio en un lugar con historia.
Durante gran parte del año, reina la calma y el silencio, pero en verano el pueblo se transforma, ya que viajeros y familias llegan atraídos por la promesa de tranquilidad, paisajes infinitos y una experiencia que eleva lo sencillo a lo extraordinario.
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Sensaciones y vistas desde el columpio
Desde lo alto, el visitante contempla un auténtico mar de montañas: el Valle de Tobalina, los Montes Obarenes, la sierra de Arcena, y en la lejanía la silueta inconfundible del castillo de Frías, considerado uno de los pueblos más bonitos de España y la ciudad más pequeña del país. El silencio absoluto y la sensación de volar convierten cada balanceo en una vivencia mágica.
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