
Los dos jóvenes que empiezan en la ganadería extensiva en un pueblo de Burgos: «En un paraje como este vas a ser feliz seguro»
Aitor y Juan se dedican desde hace poco tiempo a las abejas y las vacas, respectivamente. Esperan que, en un futuro, la ganadería sea su dedicación exclusiva en Rábanos
La ganadería extensiva es esa actividad que aprovecha pastos y prados para alimentar al ganado. Los animales pastan y vuelan a sus anchas mientras cuidan del entorno al sanearlo y ahorran cientos de euros en comida a sus dueños. Ahora, en un pequeño pueblo de Burgos dos jóvenes han comenzado en esta actividad, que prevén que en un futuro sea su sustento principal.
Se trata de Aitor, un apicultor, y Juan, dedicado a las vacas. Ambos desarrollan estas actividades en Rábanos, un pueblo de Burgos situado en la comarca Montes de Oca pero a los pies de la Sierra de la Demanda. Este pueblo se ubica a 42 kilómetros de Burgos y ha sido famoso últimamente por la posibilidad de perder su Ayuntamiento, que planea ser trasladado a Alarcia, hasta ahora su pedanía. Al respecto, los vecinos de Rábanos están muy descontentos.
Hasta Rábanos se llega por una carretera estrecha y con curvas pero, una vez en el lugar, la naturaleza pasa a un primer plano y sus verdes pastos se pueden observar en cada dirección (esta percepción cambia con la estación del año, pues en invierno es, por ejemplo, un manto blanco). En esos mismos pastos conviven ahora las vacas y las abejas que cuidan Juan y Aitor.
En qué consiste la labor de un apicultor
Por su parte, Aitor comenzó a interesarse por la apicultura gracias a un amigo que tenía colmenas. Tras conocer la actividad, hace dos años se apuntó a un curso sobre su manejo, dado que considera que es mejor opción que ver «vídeos en YouTube». Allí aprendió algo que no le venía de familia, pero que le llena como si lo hubiera heredado.
Aitor empezó en su actividad con seis colmenas y mucha ilusión. Semana a semana cuida de sus abejas hasta elaborar su miel ecológica, que ha denominado 'El Rabanal'. Esta se produce a 1.200 metros de altura, en los pastos de Rábanos, por lo que es considerada también como «de alta montaña».
Dos años más tarde, este apicultor burgalés al que le ha gustado «siempre» la miel ya suma 27 colmenas que ha organizado él mismo. Sin embargo, Aitor piensa evolucionar y crecer en este mundo de forma paulatina, sin prisa pero sin pausa, y priorizando el buen hacer a la avaricia de la productividad. De momento compagina esta labor con su trabajo pero, en un futuro, espera «vivir de ello».

Las amenazas a las que se enfrentan las abejas en Burgos
Las amenazas a las que se enfrentan las abejas depende de la zona donde vivan. Por ejemplo, en Rábanos, Aitor describe que la avispa velutina es uno de sus mayores enemigos. Este insecto mata a las abejas, por eso el apicultor ha puesto trampas para que no se coman su ganado. Otra amenaza a la que se enfrentan las abejas en este pueblo de Burgos es la varroa. Este ácaro produce la enfermedad varroosis, que es la que más daños ocasiona a la apicultura en España, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). Afecta por igual a abejas crías y adultas, su declaración es obligatoria y se trata con medicamentos, aunque en la provincia se esté generando cierta «resistencia» a ellos.
En su colmenar, Aitor vigila las abejas, limpia los panales, pone agua o controla que no enjambren dos reinas en una colmena. Además, también instala mantas térmicas sobre las colmenas para protegerlas en verano del calor y en invierno del frío. Asimismo, de noviembre a febrero, por lo menos, debe alimentar a las abejas, puesto que es la época donde ninguna planta produce su néctar.
Dos variedades de miel ecológica
Afirma Aitor que la miel que produce está libre de todo tipo de pesticidas u otros productos, ya que sus colmenas se ubican a unos «diez kilómetros» de la zona agrícola más cercana. Su miel es de bosque y, al analizarla en la Universidad de Burgos, se concluyó que sus abejas trabajan, sobre todo, en brezo, zarzamora y mielato de roble, uno de los pocos árboles capaz de producir este jugo.
Porque al pecorear, o salir a recoger el néctar de las flores, las abejas no se suelen alejar «más de tres kilómetros», explica Aitor. El apicultor cuenta, además, que la época de recogida de la miel es entre «agosto y septiembre», aunque las abejas ahora mismo están criando y comenzando a trabajar en tal preciado dulce.
Una vez ha llegado septiembre y recoge la miel, el siguiente paso es extraerla de los panales. Aitor realiza todo este proceso en Rábanos de forma ecológica y produce dos tipos de mieles. Una, oscura y con textura líquida, que es la de toda la vida. Por otro lado, una «crema de miel» que parece de cacao y sirve, por ejemplo, para untar en pan. De ellas, el apicultor destaca su sabor, concentrado pero no excesivamente dulce.
Vender miel por el «boca a boca»
«Este año pinta bien, porque ha llovido y hay mucha flor», explica el apicultor burgalés respecto a la próxima campaña. Un año como el pasado, con invierno templado y falta de primavera, produjo que las abejas se confundieran con el clima. Para este año, al menos en Rábanos, Aitor espera que no sea así y supere la producción de 2024, en la que obtuvo 220 kilogramos de miel.
Por el momento, Aitor ha vendido casi todos los botes de la cosecha de 2024 por el «boca a boca» a once euros la unidad. Sin embargo, en un futuro planea diseñar la marca de 'El Rabanal' de forma más profesional, dedicarse 100% a esta actividad, vender la miel a terceros para que la distribuyan en pequeños comercios y trasladarse a vivir a su pueblo, Rábanos, donde en ocasiones realiza catas de este dulce manjar.
Las vacas también tienen cabida en Rábanos
Al contrario que a Aitor, a Juan lo de las vacas le viene de familia. Natural de Barbadillo de Herreros y viviendo en Salas de los Infantes, este joven sueña con dedicarse exclusivamente a la ganadería en un futuro. «Mi padre tenía y siempre me ha gustado», explica.
Empezó en la ganadería con ovejas, pero se las «mataron los lobos». Ahora, con unas 100 vacas que pastan en las praderas de Rábanos, asegura que está muy contento. «De momento se está comportando», explica respecto a los lobos y sus posibles ataques a las vacas, que en esta época están pariendo.

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Juan señala, además, que las vacas suelen defender más al ternero que, por ejemplo, las ovejas, aunque otros pastores de la provincia han encontrado la fórmula para convivir con el lobo. Todas sus vacas son de carne y, por el momento, vende los terneros a cebaderos, donde luego son engordados.
La ciudad no es para todos
Juan ha vivido toda su vida en Salas de los Infantes. Hubo un tiempo en el que se trasladó a Burgos para estudiar, pero «no era feliz». «He estado siempre acostumbrado a vivir en pueblos», explica, añadiendo que en la urbe se sentía «atado». Después estudió en la localidad soriana de Almazán.
Actualmente, Juan compagina su labor de ganadero con otro trabajo. «No te llena», explica sobre su empleo. «Yo aquí disfruto», añade pensando en el momento en el que se dedicará 100% a la ganadería extensiva.
Relevo generacional y un pasto utilizado
Juan no tiene una relación de parentesco con Rábanos, pero ya se siente parte del pueblo. Vino a instalar su ganado aquí porque había más espacio que en Barbadillo. Además, Lorenzo, un pastor de Rábanos, se había jubilado y el pasto que usaba su rebaño de ovejas había quedado libre.
Las vacas de Juan pastan ahora en las praderas de Rábanos, que tienen vistas directas a la Sierra de la Demanda. El ganadero acude a cuidarlas, además de que en invierno las acerca comida y, si fuera necesario, agua. Pero, además, Juan tiene un ayudante desinteresado: Lorenzo.
Este hombre ha pasado toda su vida entre ovejas y también ligado al Ayuntamiento de Rábanos. Ha llegado a tener en el pueblo hasta 600 cabezas, las justas para poder trabajar a gusto pero sin pretender «ser millonario», bromea. Hace un año vendió el rebaño y, desde entonces, pasea mucho por su pueblo.
Durante sus salidas, casi todos los días suele subir hasta las praderas donde pastan las vacas de Juan. Las observa, las vigila y luego le cuenta al joven cómo las ha visto. «Las tiene todas fichadas», bromea Juan, que agradece la labor de Lorenzo.
«En un paraje como este vas a ser feliz seguro», afirma Juan. Junto con Lorenzo, charlan sobre las vacas embarazadas, si alguna ha abortado y tratan de adivinar cómo serán sus terneros. Dos generaciones unidas por la ganadería extensiva y el cuidado del campo. Sin olvidarse de las abejas de Aitor, aquellas que ayudan a polinizar las flores del entorno de Rábanos.
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