
De Burgos a México: el sorprendente viaje de un tequila que conquista paladares
Dos hermanos burgaleses cruzan el océano para unir el alma del agave mexicano con el carácter de la Ribera del Duero. Su tequila rosé ya conquista paladares en medio mundo
En un rincón del mundo donde los inviernos hielan hasta el alma y el lechazo reina en las mesas, parece una rareza que el tequila encuentre su hueco. Pero desde Burgos, una tierra sin tradición tequilera, Enrique Callejo y su hermano han logrado algo tan sorprendente como delicioso: crear una empresa de destilados que ha conquistado paladares en México, EE. UU. y ahora, poco a poco, también en Europa.
Todo comenzó al otro lado del Atlántico. El germen de esta aventura lo plantó su hermano, burgalés expatriado en Guadalajara, Jalisco, cuna del tequila, hace casi una década. «Él fue quien descubrió la belleza del agave y el alma que hay detrás de cada destilado», cuenta Callejo, que se unió al proyecto seis años después para expandirlo y llevarlo a nuevas fronteras.
Lo que empezó con un tequila blanco y uno reposado se ha convertido en una familia de productos que incluye añejos, mezcales de Michoacán y la joya de la corona: un tequila rosé acabado en barricas de Ribera del Duero. Sí, como suena, un puente de sabor entre la Denominación de Origen de México y la más icónica de nuestra tierra.
«El rosé es muy especial. Es muy nuestro», afirma el burgalés con una mezcla de orgullo y ternura. No es para menos. Es el único tequila del mundo con ese toque final burgalés que le da la crianza en barricas de la bodega familiar Félix Callejo y de amigos como el Cillar de Silos.
Un proceso lento, pero satisfactorio
Lo que diferencia a sus destilados no es solo el sabor, sino el respeto por el proceso. Todos sus productos son 100% agave, sin aditivos, elaborados en pequeñas destilerías familiares que llevan generaciones perfeccionando su arte. «Son proyectos humildes que merecen ser conocidos. Queremos que Europa descubra estos destilados de verdad, no los que te hacen temer la resaca», explica el empresario.

Y hay mucha ciencia y paciencia detrás, ya que los agaves necesitan mínimo siete años para madurar, algunos incluso 25. Una vez cosechados, la planta entera se destila en procesos que incluyen una doble destilación, la cual es obligatoria por ley, para así lograr un producto puro, equilibrado y elegante.
La sorpresa al probarlo
«El mejor tequila no se toma con sal ni limón. Se toma derecho. A besitos». Esta frase resume bien la filosofía que Enrique Callejo expresa a todo aquel que va a tomar su tequila, con ello quiere conseguir educar al consumidor europeo, romper mitos y cambiar mentalidades.

«Lo que más nos gusta es la cara de sorpresa cuando alguien prueba nuestro tequila por primera vez. Que venga con miedo y se le cambie el chip con un sorbo… eso no tiene precio», declara sonriendo.
De Burgos al mundo… pero sin olvidar sus raíces
Pese a tener distribuidores en países como Alemania, Francia o Italia, y vender por pallets en Estados Unidos, en Burgos todavía no hay cultura de consumir tequila. «Aquí nos conocéis. Es una llamada y ya está. Es nuestra casa», afirma Callejo, consciente de que su ciudad natal le encantaría que fuera su próximo gran mercado.
Emprender no ha sido fácil, la empresa arrancó entre dificultades, dudas y mucho trabajo. Pero la recompensa ha sido igual de intensa. «He aprendido a ser resiliente, a confiar en un producto de calidad aunque no sea fácil de vender. Y a disfrutar del viaje», concluye.
En el camino, Enrique Callejo se ha certificado como sumiller en destilados (WSET 2), ha estrechado lazos con productores mexicanos y ha llevado el nombre de Burgos hasta los campos de agave de Jalisco.
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