El tesoro subterráneo de Burgos que está entre los diez más grandes del mundo
Ojo Guareña está compuesto por catorce cuevas conectadas, más de 100 kilómetros de pasadizos, arte rupestre y una biodiversidad única
A simple vista las montañas del norte de Burgos pueden parecer solo una postal pintoresca: verdes laderas, caliza desnuda y cielo limpio. Pero lo que no se ve en este primer vistazo es que, bajo esa aparente calma, se esconde uno de los mayores complejos subterráneos del planeta: Ojo Guareña, una joya geológica que late bajo nuestros pies.
Este sistema de cuevas, situado en plena Castilla y León, no solo es uno de los más extensos de la Península Ibérica con más de 100 kilómetros de galerías conectadas, sino que también se encuentra en el selecto grupo de los diez mayores del mundo. Un auténtico titán de la espeleología que permanece todavía parcialmente inexplorado.
Un mundo oculto entre montañas
Ojo Guareña no es solo una cueva. Es un entramado monumental compuesto por catorce cavidades principales que serpentean bajo los municipios de Merindad de Sotoscueva, Espinosa de los Monteros y Merindad de Montija. Un gigantesco laberinto esculpido por la paciencia milenaria del agua que, gota a gota, fue tallando pasadizos, salas, santuarios y guardando sus secretos.
Cada rincón de este universo subterráneo cuenta una historia. En las profundidades, en la oscuridad húmeda, se han encontrado huellas humanas descalzas con más de 4.000 años de antigüedad. También utensilios de cerámica, grabados, pinturas rupestres y santuarios prehistóricos que han convertido el enclave en un verdadero paraíso arqueológico. Y si creías que en las cuevas no hay vida, piénsalo de nuevo: se han documentado 63 especies distintas de invertebrados cavernícolas. Muchas de ellas, únicas en el mundo.
Entre la roca y la fe
Uno de los lugares más enigmáticos de este complejo es, sin duda, la Cueva Ermita de San Bernabé. Allí, la fe y la piedra se funden en un espacio sagrado cuyas paredes cuentan milagros a través de murales del siglo XVIII. Este rincón mágico parece suspendido en el tiempo y es una parada obligatoria para quienes quieren conectar con la historia desde las entrañas de la tierra.
Y para los que prefieren el aire libre, el entorno tampoco decepciona. El relieve kárstico de Ojo Guareña dibuja un paisaje donde la Región Eurosiberiana y la Región Mediterránea se dan la mano.
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Desde los Montes de Somo, donde nacen los ríos que moldearon este mundo subterráneo, hasta los cortados rocosos donde anidan el águila real y los buitres leonados, la biodiversidad es tan impresionante como la geología que la sostiene.
Un viaje para observar el poder de la naturaleza
En este rincón burgalés conviven el gato montés, el jabalí, el corzo y hasta el lobo. En el exterior, robles y encinas vigilan el silencio, mientras que, en la penumbra interior de las cuevas, los hongos y las plantas adaptadas a la oscuridad susurran su existencia casi invisible.
La Casa del Parque de Ojo Guareña actúa como punto de partida para los visitantes que se atreven a sumergirse en este universo paralelo. Desde allí parten rutas, talleres y visitas guiadas que permiten explorar este coloso geológico con respeto y admiración.
Ojo Guareña no es solo un paraje natural. Es una experiencia, un viaje al corazón de la historia humana, de la evolución biológica y del poder de la naturaleza.