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Sucedía a primera hora de este jueves: un amplio dispositivo policial irrumpía en el casco histórico de Miranda de Ebro para, veinte años después de su desaparición, buscar en la Iglesia Evangélica de Filadelfia los posibles restos de Marisa Villaquirán. Una nueva pista desvelada a finales del pasado año llevó a los investigadores a sospechar que los restos de la mirandesa podrían estar emparedados en el interior del templo, pero lo cierto es que, tras más de doce horas de operativo, la búsqueda resultó «infructuosa».
Así lo confirmaba este viernes el subdelegado del Gobierno en Burgos, Pedro de la Fuente, en una nueva jornada en la que la familia de la desaparecida sigue reclamando respuestas. Y es que, tal y como lamentó durante el operativo Conchi Salazar, activista del grupo feminista 'Mujeres en la Calle', «la familia no tenía notificación» de la nueva diligencia y, por ende, tuvo que enterarse de lo ocurrido «a través de los medios de comunicación».
Los propios familiares acudieron al operativo para presenciar de cerca el desarrollo de los acontecimientos, pero tampoco entonces fueron informados sobre el transcurso de la búsqueda. Y pasadas las 20:35 horas, los agentes abandonaban el operativo al tiempo que la familia se retiraba acechada por el rumor de una búsqueda estéril.
En la mañana de este viernes, 17 de enero, los hijos de la fallecida se presentaban en la comisaría de la Policía Nacional de Miranda de Ebro para demandar las explicaciones oportunas. Y lo hacían escoltados por muchas de las activistas de 'Mujeres en la Calle' involucradas desde un inicio en el apoyo a la familia y la resolución del caso. No en vano, ellas también fueron partícipes de los primeros rastreos, movilizaron a la sociedad mirandesa para reclamar justicia e incluso asistieron a todas las sesiones del juicio contra Rafael Gabarri, marido de Villaquirán y condenado por su desaparición.
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«Hemos estado siempre presentes», reconocía Salazar, y hoy no sería distinto. Las activistas regresaban a la calle para apoyar al entorno de Marisa en sus reclamos y, pese a las dificultades iniciales para ser atendidos, los hijos de la mujer desaparecida lograban hablar con el mando oportuno mientras, primero desde la escalera y después desde la acera, la red social de apoyo clamaba en busca de certezas.
Transcurridos escasos quince minutos, la familia abandonaba la comisaría ciertamente desesperanzada. «Nada nuevo que contar». Incluso algunos agentes expresaban su «decepción» por el resultado «infructuoso» de una búsqueda que se había emprendido con la certeza de hallar resultados. Sin embargo, fuentes policiales confirman que «esta diligencia concreta se da por finalizada»; eso sí, «sin perjuicio de que en un futuro se puedan hacer otras distintas o el Juzgado ordene actuar de cierta manera».
Las voces de las personas concentradas poco a poco se han ido diluyendo tras una pancarta que emergió hace veinte años a partir de la tragedia de una mujer que, tras ser detenida en contra de su voluntad, desapareció para siempre. Dos décadas después, la misma pancarta y la misma pregunta reuenan en Miranda: ¿dónde está Marisa?
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