Una visita al campo de concentración de Miranda: el antídoto para no repetir la historia
La crisis sanitaria del coronavirus covid-19 ha paralizado las visitas al campo de concentración de Miranda, el último de la Guerra Civil, pero el proyecto investigador y de recuperación de la memoria histórica sigue vivo en la ciudad del ebro
La historia del campo de concentración de Miranda de Ebro despierta gran interés. No en vano, son muchos los ciudadanos que desconocen su existencia y que obvian que en España también se levantaron estos espacios de explotación y tortura para los presos de guerra y políticos. Los más mayores lo saben, lo conocen, pero los más jóvenes son ajenos en no pocas ocasiones a esta parte de la historia de nuestro país.
«Nos tenemos que avergonzar pero tenemos que saber que existió», apunta la concejala Begoña González, responsable del área de Memoria Histórica, una de las apuestas del Ayuntamiento de Miranda de Ebro. «Es una concejalía muy importante porque hay que conocer lo que ha pasado», insiste González. «Es la mejor forma de no repetir esa historia que nos avergüenza».
De ahí el proyecto de recuperación del campo de concentración, el último derivado de la Guerra Civil española. Se creó en 1937 para dar cabida a los presos procedentes de la toma de Bilbao. Ocupaba 42.000 metros cuadros en una parcela junto al río Bayas y a la línea férrea, a través de la cual llegaban los presos. Albergó a 65.000, de sesenta nacionalidades distintas, con una ocupación media de 3.700 reclusos «en condiciones infrahumanas».
Primero, estuvo ocupado por prisioneros republicanos y miembros de las Brigadas Internacionales. Luego llegaron extranjeros de los países aliados que llegaban a España huyendo de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Y, antes del cierre, se instalaron también en él oficiales y soldados alemanes que escapaban del hundimiento del Tercer Reich. En 1947 se cerró, se destinó al servicio militar y, finalmente, se abandonó.
Actualmente quedan pocos restos del campo de concentración, explica González. Un depósito de agua, el lavadero, la base de una torre de vigilancia, restos del muro perimetral y una caseta de guardias. Se ha recuperado y, para explicar la historia, se ha creado un centro de interpretación en el Cento Cívico Raimundo Porres, con una muestra permanente que recoge reproducciones, documentos, fotografías y audiovisuales.
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Además, el pasado octubre se inauguró también el Jardín de la Memoria, con el que se recuerda a los presos del campo de concentración. Y todo ello conforma una visita histórica que, hasta el parón forzado por la crisis del coronavirus covid-19, estaba teniendo un gran éxito de convocatoria con visitas escolares y de asociaciones durante la semana y apertura al público los sábados cada quince días.
«La gente se ha animado a conocer la historia del campo de concentración y, en plenas Navidades, también hubo visitas», recuerda Begoña González. Y con gente de fuera de Miranda y de la provincia de Burgos. Ahora, las visitas están paradas pero se retomarán cuando España vuelve a la normalidad y se supere la covid-19.
Investigación
Mientras, el Ayuntamiento de Miranda continúa las labores de investigación. Tenían previsto a acudir a los archivos de Salamanca, Ávila o Ferrol para recabar documentación sobre el campo de concentración y Miranda de Ebro. E investigan los enterramientos de los presos que murieron en el campo, que se sabe que acabaron en el cementerio mirandés pero se desconoce dónde están enterrados.
Begoña González defiende el trabajo que se está realizando en la Concejalía de Memoria Histórica, para recuperar el pasao de Miranda, darlo a conocer a las generaciones más jóvenes y contribuir a evitar que se repitan sucesos de los que, luego, tengamos que arrepentirnos como sociedad.