Burgos registra un incremento de entierros musulmanes de otras provincias tras el estado de alarma
Hasta el cementerio de la capital llegan difuntos desde otros puntos de España, por ser uno de los pocos municipios del país que cuenta con una parcela para otras religiones y también civil, para los laicos
La última morada de muchos ciudadanos musulmanes que fallecen en comunidades autónomas como Galicia o en otras provincias como León es, precisamente, el cementerio de Burgos. Durante las últimas semanas, especialmente desde que finalizase el estado de alarma, en la capital se ha observado un repunte de los sepelios de personas de religión musulmana fallecidas en otras regiones cuyas familias, ante la imposibilidad de repatriar el cadaver, se han visto obligadas a enterrarlos en cementerios como el burgalés, que dispone de una parcela para musulmanes.
«Se ha notado muchísimo que han venido más musulmanes en los últimos días a entierros», declara el encargado del cementerio de San José, Saturnino Pérez. Este espacio cuenta con una parte civil, destinada a personas de otras religiones y para laicos. Otro de los motivos es que «Burgos no pone inconvenientes para enterrar a personas no residentes en la provincia», explica un miembro de la comunidad musulmana de la capital. En este sentido, reconoce que en otras provincias los trámites son tediosos y que «ponen muchas trabas para enterrar personas de fuera, aunque sean de la misma región».
Como la mayoría de los musulmanes que viven en España proceden de Marruecos o Argelia, las familias de fallecidos durante la crisis sanitaria no han podido viajar debido al cierre de fronteras, «siempre quieren enterrarse en su país, sobre todo los inmigrantes de primera generación, pero con el estado de alarma no se podía salir»,confiesa este ciudadano marroquí.
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Las ceremonias de los mahometanos tienen menor duración que las católicas, «son mucho más cortas, nosotros lavamos el cuerpo y lo envolvemos con telas blancas que simbolizan que todos somos iguales y que al final da igual ser rico o ser pobre porque no te llevas nada al otro mundo», explica el miembro de la comunidad musulmana de Burgos. «Ahora con la pandemia lo de lavar el cuerpo cambia un poco por motivos sanitarios y, aunque entre nuestras costumbres no se utiliza el ataúd en nuestros países, aquí sí lo hacemos».
Aunque en muchas comunidades autónomas o ciudades se pongan trabas, existe una ley estatal de 1992 que recoge y aprueba un acuerdo de Cooperación del Estado con la Comisión Islámica de España. Incluye un punto fundamental, el del «derecho a la concesión de parcelas reservadas para los enterramientos islámicos en los cementerios municipales» y también el de poder disponer de sus propias necrópolis. «Se adoptarán las medidas oportunas para la observancia de las reglas tradicionales islámicas, relativas a inhumaciones, sepulturas y ritos funerarios». A pesar de esto, los musulmanes no pueden enterrar a sus muertos sin féretro en cualquier comunidad para estar en contacto con la tierra y descansar en comunión con su religión.
En Castilla y León la comunidad musulamana alcanza cerca de 38.000 personas. Y desde 2019 tienen derecho a una parcela reservada, en la que se puede llevar a cabo el rito de orientación hacia La Meca. Burgos, junto con León, son las únicas ciudades castellanoleonesas que disponen de una zona reservada para estos ciudadanos. El de San José cuenta con 155 sepulturas de las que están ocupadas cerca de cuarenta. Una cifra que aumentará tras estas semanas posteriores al estado de alarma.
Un derecho para cualquier ciudadano, el de poder llevar a cabo los ritos funerarios que marcan su religión o su cultura y que varían en función de factores como la época o la posición social. Sin embargo hay un aspecto fundamental que da sentido a todos ellos: son ceremonias que facilitan el paso del duelo y la despedida para los allegados.