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La herida de los hijos testigos de la violencia machista

La herida de los hijos testigos de la violencia machista

El castigo por el daño psicológico que sufren los niños que han presenciado el maltrato en casa, a veces hasta el extremo del homicidio, se abre paso en los tribunales

Lunes, 14 de octubre 2019, 00:32

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Con solo seis años, F. se enfrentó a su padre en plena calle para que dejase de apuñalar a su madre, a la que había jurado matar. La ayuda de otros testigos logró frenar el impulso del homicida. Tuvo suerte. No se unió a los 26 niños que aquel 2017 quedaron huérfanos tras el asesinato de sus madres a manos de sus parejas. Aunque, en distinto grado, todos ellos conservan una herida que llevarán de por vida. Una herida psicológica, invisible pero imborrable. ¿Qué consecuencias tiene vivir algo así? ¿Está el sistema preparado para ayudarlos? ¿Y la justicia? ¿Cómo se castiga este daño?

F. y su madre M. M. son los protagonistas de una sonada sentencia del Supremo hecha pública la pasada semana. En ella, el tribunal establece la pérdida de la patria potestad del padre como castigo en sí mismo, y no como medida civil. «¿Cómo puede reclamarse el derecho a mantener una patria potestad sobre unos hijos a los que se ha intentado dejar sin madre de forma cruel al intentar matarla delante de ellos mismos?», se preguntan los jueces en su fallo.

Las consecuencias de esta expresión máxima de crueldad sólo son citadas tímidamente en la resolución del Alto Tribunal. El niño sufre «bloqueo cognitivo». Añaden para explicar la situación: «Cambia de tema para rebajar la ansiedad que le produce».

Los psicoterapeutas expertos en grandes traumas explican esta reacción. «Experimentan una sensación de 'shock' ante algo que sobrepasa la naturaleza y las defensas que tiene la persona, en este caso el niño», explica María Barbero psicoterapeuta y colaboradora del centro El Sendero. Se puede dar una especie de «desconexión» del mundo o de lo que ha sucedido.

«El hecho de presenciar algo así puede generar una sensación de impotencia, de sufrimiento y de dolor tal que lo que hace la naturaleza humana es intentar defenderse y protegerse de esto, con la negación de lo ocurrido», añade la experta.

«Genera una indefensión aprendida; la sensación de no poder defenderse de los imprevistos de la vida»

María Barbero. Psicoterapeuta

El futuro de estos pequeños también es incierto y queda marcado. «Desconfían de los demás. Marcan distancia. Incluso pueden desarrollar problemas a la hora de unirse a los demás porque uno de sus grandes vínculos, su madre, ha desaparecido de la noche a la mañana», habla así de los testigos directos de asesinatos de violencia de género.

«La reacción suele ser no volver a apegarse a nadie porque ya ha vivido lo que implica la pérdida. Al no querer sufrir, puede que marque más distancia o que se muestre incluso agresivo», explica Barbero.

Estos niños viven el resto de sus días con miedo a que pase algo traumático. Y con ansiedad porque cualquier detalle les puede hacer revivir la escena. «Estos hechos generan una indefensión aprendida. El niño queda con la sensación de no poder defenderse ni protegerse de los imprevistos de la vida», describe la experta.

¿Se supera? Con trabajo psicoterapéutico y la ayuda del entorno –si es bueno– sí se puede superar. «Pero siempre queda el recuerdo de esa herida». Como la cojera tras un accidente grave. Las secuelas permanecen. ¿Está castigando nuestro sistema jurídico esta circunstancia? Las amenazas o las agresiones en el entorno familiar contra los hijos son castigados como delitos directos. Pero considerarlos víctimas, con carácter indirecto, es otra cosa.

«Los tribunales son renuentes a castigar estos hechos con la retirada de la patria potestad»

aurora gutiérrez alonso. abogada

La citada sentencia del Supremo, en la que se establecía la pérdida de la patria potestad como pena en sí misma, lo que la convierte en relevante, es una muestra de los pasos que empieza a dar el Poder Judicial en este sentido. Aurora Gutiérrez Alonso, la abogada de la víctima, aclara que, aunque no es la primera vez, no es lo habitual: «Los tribunales son muy renuentes a esta medida. Hasta hace bien poco no se ha considerado a los menores víctimas del propio delito de violencia de género. Ahora sí».

Aun así, en su opinión, las mujeres son las víctimas directas y esos son los hechos que se juzgan. Pero los niños, testigos directos o no, también lo son de forma indirecta. También sufren un perjuicio real. Ahora bien, no se castiga como un delito aparte. «Me arriesgo a decir que los letrados tenemos miedo a intentar que el maltrato contra la mujer sea considerado también otro indirecto a los menores», aventura Gutiérrez Alonso.

De cualquier modo, no queda del todo impune. Ya recoge el Código Penal que, de cometer el delito en presencia de los hijos, la pena se establece en su parte superior, en la responsabilidad civil. Es decir, la cuantía económica que se impone para resarcir el daño, a los hijos tampoco se les contempla.

«Esta solo se fija para la víctima directa», aclara la letrada. El caso de la pasada semana es una apertura hacia otra forma de condenar, y considerar, el daño que se le hace a los hijos. «Igual este tipo de condenas –valora la abogada– empieza a abrirse camino ahora, sienta jurisprudencia, pero creo será poco a poco».

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