La historia del brote en El Cid: de la falta de mascarillas al clima laboral «deteriorado»
El comité de empresa de Sanidad y Familia en Burgos denuncia la falta de previsión en el centro ocupacional y exige medidas para que no se repitan errores
Un escrito del comité de empresa de Sanidad y Familia de Burgos ha servido para conocer lo que se ha sufrido y lo que aún se padece en el interior del centro ocupacional de El Cid tras un brote de covid-19 que afectó a 43 residentes y 19 trabajadores en el mes de octubre.
Un comunicado con el que pretenden denunciar la falta de previsión en plena pandemia, además de evitar que se repitan los errores del pasado. La primera crítica viene por la decisión de la dirección del centro de calificar a todos los usuarios como convivientes. «Eso implica un riesgo de expansión del virus altísimo, asumiendo que en caso de haber un brote será mayoritario, superior al 50%. Si a esta consideración, unimos la estructura del centro (habitaciones dobles y triples y espacios pequeños), junto a las características de los residentes (discapacidad intelectual, enfermedad mental y alteraciones conductuales), crearon la tormenta perfecta, al no tomar medidas adicionales para minimizar el impacto de un posible brote», se detalla en el comunicado firmado por la presidenta, Raquel Miranda.
Una vez que la infección entró en el centro, la enfermedad «corrió como la pólvora». El Cid es un centro «obsoleto» y según palabras de la gerente territorial de Servicios Sociales de Burgos «no está diseñado, en cuanto a su estructura y organización, para afrontar una pandemia como la actual». «No se ha hecho nada desde la primera ola de la pandemia para mejorarlo ante este tipo de situaciones. No será suficiente pintar y cambiar los cuadros», continúa el escrito.
En la última semana de septiembre, antes de que llegara la covid al centro, y tras reiteradas apelaciones del comité de empresa a la Gerencia Territorial de Servicios Sociales, la dirección accedió a facilitar mascarillas FFP2 a los trabajadores que prestaban servicios en las zonas de riesgo. Hasta este momento, a los trabajadores únicamente se les facilitaban mascarillas quirúrgicas y a los residentes solo se las proporcionaban para salir del centro sin que tuviesen que hacer uso de ellas en las zonas comunes. «La dificultad de conseguir que los usuarios llevasen este tipo de protección debió alertar a la dirección del riesgo que afrontaban los trabajadores en su jornada diaria, además de reforzar la protección con EPI más adecuados al riesgo real. Pero llegó tarde, y siempre como consecuencia de las presiones de este comité», añade Raquel Miranda.
Y a partir de ese momento, a luchar por el bienestar de usuarios y trabajadores y evitar que los positivos llegaran a los casi 60 residentes. La totalidad de los contagiados superaron la enfermedad, pero quizás la peor secuela que ha dejado el virus haya sido un «clima laboral gravemente deteriorado». «Órdenes contradictorias, presiones y amenazas disciplinarias en medio de la carga laboral que lleva un brote de covid, hacen necesario que la Gerencia tome medidas inmediatas sin esperar a hacer la evaluación de riesgos psicosociales», prosigue el escrito.
Ahora, este comité de empresa solicita que no se repitan estos errores para no volver a vivir la pesadilla del coronavirus. «El Cid es solo un ejemplo, el peor posible, de cómo encarar una crisis como la que hemos vivido. La residencia de Cortes no está corriendo mejor suerte, ni en su día lo hizo la de Miranda. En la de Asistidos de Fuentes Blancas y el C.A.M.P. de Fuentes Blancas aún se está a tiempo de evitar errores», concluye el comité.