«La pandemia fue un tsunami»
El servicio de Anestesiología del hospital de Burgos ya ha recuperado la normalidad tras el estallido de la covid-19, que trastocó toda su actividad
Tres años después de que estallara la pandemia de la covid-19, el servicio de Anestesiología del HUBU ha recuperado buena parte de la normalidad perdida. Y es que, la llegada de la pandemia fue un auténtico «tsunami» que obligó al servicio a cambiar radicalmente su actividad para dar respuesta a unas necesidades nunca antes vistas.
Así lo relatan sus responsables, que rememoran la situación «más crítica» de las vividas en el hospital de Burgos en toda su historia. «Al final, somos como los triarios romanos, una unidad de reserva, que sale cuando todo lo demás está desbordado», subraya Juan Manuel de Vicente, jefe del servicio, quien pone el foco especialmente en la primera ola.
«En las primeras semanas, tuvimos que adaptar las unidades de reanimación» y transformarlas en una «trinchera» para «coger a todos los pacientes intensivos que no cabían ya en la UCI». Eso obligó a adaptar espacios a contrarreloj, modificar protocolos y redoblar esfuerzos. Hasta el punto que todos y cada uno de los miembros de la plantilla, incluidos los residentes, trabajaron «en turnos de 12 horas durante casi dos meses». A mayores, tuvieron que recibir ayuda de cirujanos y de «compañeros de Aranda y Miranda», que se trasladaron a Burgos para cubrir las necesidades.
Básicamente, insiste, el servicio «no daba a basto». Así lo confirma también Irene Arenas, jefa de Enfermería del servicio de reanimación, quien relata una situación «devastadora a todos los niveles». «La unidad estuvo semanas completamente llena, con un volumen de pacientes que nunca habíamos visto», y con situaciones muy «complicadas».
Y es que, a la avalancha de pacientes se le sumó el desconocimiento inicial de la patología respiratoria y al propio aislamiento de los enfermos. «Nosotros fuimos el soporte familiar» de muchos pacientes. Así, aparte de un enorme aprendizaje en cuestiones «técnicas y organizativas», la pandemia también sirvió para demostrar «la calidad humana y la generosidad de los profesionales, que dejaron sus casas y a sus propias familias» para atender las necesidades hospitalarias, asegura Arenas.
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De ello también da fe Santiago Mena, que apenas llevaba unos meses como residente cuando llegó el «tsunami». «Fue extremo. Todo el mundo dio lo máximo» y, «a pesar de todo, los resultados que obtuvimos fueron extraordinarios», señala. En este sentido, añade, aquellos meses supusieron para él una oportunidad única para aprender en una situación «durísima». «Aprendí dos cosas: el concepto de la profesionalidad y la importancia de seguir aprendiendo día a día. Me hizo espabilar y salir de la zona de confort».
Hoy, tres años después de aquello, el servicio de Anestesiología y Reanimación del HUBU ha vuelto a la normalidad. O al menos en términos generales. Y es que, las consecuencias de la pandemia aún lastran parte del trabajo. «En aquel momento tuvimos que emplear buena parte de nuestros recursos para tratar la covid, pero la enfermedad crítica no entiende de otras cosas» y seguía siendo necesaria la atención de otras patologías. Aquello, evidentemente, generó un «colapso que se está empezando a resolver», pero que está exigiendo un «sobresfuerzo» para los profesionales, concluye de Vicente.