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Las diez noticias imprescindibles de Burgos este sábado 26 de abril
José María Chomón, autor del libro, relee el texo. JCR
El periodista de Burgos José María Chomón relata la dictadura del cacique en 'La batalla de los Consumos'

El periodista de Burgos José María Chomón relata la dictadura del cacique en 'La batalla de los Consumos'

El libro nace de una investigación anterior sobre los periodistas y periódicos del siglo XIX de Burgos y cuenta la negra historia de un trienio de sufrimiento y extorsión

Martes, 8 de abril 2025, 07:44

Durante tres años, los que van entre 1886 y 1889, Burgos vivió un asedio recaudador que un periodista decidió denunciar y plantar cara. El recaudador era Lázaro Ballesteros; y el periodista Jacinto Ontañón, propietario, director y redactor de El Papa-Moscas. Toda esta historia la recoge otro periodista, José María Chomón, que relata el su libro 'La batalla de Los Consumos' el ataque voraz de recaudar de Ballesteros y el afán defensor de los burgaleses del informador.

Chomón se fue a las fuentes oficiales, las «actas municipales y la legislación de la época sobre los consumos» para reconstruir estas historias en un relato sencillo, fácil de leer y con profusión de datos y anécdotas que Ontañón -Martinillo en realidad, que era su seudónimo- escribe en El Papa-Moscas.

Apunta el autor que en las actas y en los escritos oficiales encontró que había ciertas «discusiones sobre si era conveniente o no darle la recaudación» a un particular. Pero al final se le concedió «y se hizo con la ciudad».

Lázaro Ballesteros, cuenta Chomón, «era un empresario de Asturias con muy buenos contactos en Madrid» y aprovechaba esa posición de ventaja para ganar concursos como el de la recaudación de impuestos. «Era un cacique de libro», resume Chomón, para explicar el tipo de manejos que tenía en las ciudades en las que ejerció.

El impuesto de consumo era un gravamen «estatal que podría recaudar o el mismo Estado o por delegación, los ayuntamientos». A veces se concedía a empresas privadas porque se pensaba que «se iba a recaudar más dinero». La plaza de Burgos se sacó varias veces a concurso; una modalidad que quedó desierta en varias ocasiones. Al final Ballesteros «hizo una oferta directa al Ministerio y se llevó» la plaza de Burgos.

Una de las cosas más curiosas del recaudador Ballesteros es que «tenía en la facultad de montar un ejército privado armado» y colocar puestos de vigilancia en los caminos que recorría. Tenía visitadores, tenía veedores y «una estructura muy militar».

Este hombre colocó a Burgos «en 'estado de sitio' hasta el punto de que nadie podía introducir nada si no pasaba por él»; incluso su ejército cacheaba y registraba a los viandantes y registraba establecimientos e industrias, para ver si lo que se comerciaba allí «había pagado el impuesto de consumos», explica Chomón.

El impuesto tenía una parte estatal y otra parte «era para el Ayuntamiento». Se le adjudicó el servicio por 408.000 pesetas de aquella época «y el Consistorio podía recargarlo con el cien por cien»; a ello tenía que sumarse el beneficio «que él podía obtener»; así que el recaudador «iba a saco». Se metió al Ayuntamiento al bolsillo y éste «le adjudicó las tasas e impuestos de la época» y le adjudicaron las obras de construcción del Hospital Militar. Se hizo «el dueño de la de la ciudad».

Jacinto Ontañón fue «el único periodista le echó valor» para frenar el ímpetu recaudador en su semanario satírico El Papa-Moscas. E inicia una campaña de defensa de los intereses generales de la ciudadanía. Tenía «muy claro que este sistema empobrecía a la población».

Este impuesto grababa lo que se llamaba entonces «los asuntos de beber comer y arder: la leche, los huevos, la leña, el carbón», alimentos y combustibles que llevaban una tasa que «repercute en quien lo compra, con lo que los productos subieron de precio». A ello se sumaba el modo de proceder de Ballesteros y su ejército, con «cacheos y dobles pagos» y humillaciones a la ciudadanía

La campaña de Ontañón

Ante estas tropelías, el periodista puso en marcha una campaña «en defensa del interés general». Chomón reflexiona, ya publicado el texto, que ese hecho es el que le lleva a afirmar «la importancia del periodismo local». Porque la figura del informador de la ciudad, del pueblo, de la pequeña comunidad es «imprescindible», algo que Jacinto Ontañón «ya reflejaba en el siglo XIX».

El libro es, de alguna manera, una forma de reivindicar ese necesario periodismo de proximidad y la «importancia que siguen teniendo» los informadores «para la defensa de los intereses del ciudadano; los intereses generales, no los de los poderosos, no de los políticos, sino los de la ciudadanía».

Ontañón lo tenía claro y fue «y es un referente»; José María Chomón afirma que «lo hizo con mucho valor porque fue perseguido y sometido a querellas criminales», una del Estado y otra del empresario. De ambas «salió bien parado», pero también le sometieron a «una inspección de Hacienda, sufrió persecución para que no se comprara su semanario. Y nunca se doblegó.

En el libro, Chomón recoge un suelto de El Papa-Moscas en el que Ontañón dice que «El Papa-Moscas no se eclipsa ante nadie, no recibe subvenciones, que lo que escribe, es en su esencia, jamás lo rectifica y que no se calla, ni porque le aticen recomendaciones de arriba, abajo o del medio, en una palabra, se tronza, pero no se dobla».

El cacique

La figura del cacique «ha existido, existe y existirá». El cacique es un modelo que imperó en el siglo XIX «y que perjudicó muchísimo a España, a las pequeñas localidades». Es la persona que tiene los favores del alcalde de turno, que tiene los favores de la Guardia Civil, del médico o al que acuden para solucionar problemas. «Tiene poder, sin tenerlo», explica; y en comunidades pequeñas coml en Burgos del XIX, más todavía.

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