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Maverick Viñales, durante el GP de Australia. Efe
La carrera de las reivindicaciones
MotoGP | GP Australia

La carrera de las reivindicaciones

Maverick Viñales volvió a ganar casi año y medio después, mientras que Álvaro Bautista se mostró muy competitivo con la moto de Jorge Lorenzo

Borja González

Phillip Island (Australia)

Jueves, 1 de enero 1970

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Con Marc Márquez fuera de escena tras el terrorífico accidente de Johann Zarco en plena recta de Phillip Island (calculó mal los efectos del rebufo de las dos motos que tenía por delante y se fue al suelo a 300km/h con su moto impactando en la parte trasera de la Honda del español, obligándole a retirarse), los focos de MotoGP se posaron en dos hombres: Maverick Viñales y Álvaro Bautista. A los dos, por diferentes motivos, lo del domingo les supuso una reivindicación. Al primero, que a principios de 2017 parecía ser el buscado anti-Márquez (ganó las dos primeras carreras), le permitió volver a saborear una victoria 525 días después, tras una temporada llena de frustraciones; al segundo por tener la oportunidad de, con un material de primera, demostrar que tiene sitio en un campeonato que no le ha dado la posibilidad de continuar a partir de 2019.

«El mensaje que quiero dar es que confíen en mí, que confíen en mi pilotaje, que es el que me ha traído hasta aquí para ganar carreras; eso es lo que les pido, que confíen en mí, en lo que yo siento y en la moto que necesito para hacerlo, para poderles demostrar que cuando la moto funciona y está en el punto para mi pilotaje puedo hacer cosas como las de hoy», dijo eufórico Viñales tras ganar con solvencia. «Que hagan una moto para mí y podrán estar delante ganando carreras», había dicho el jueves, un mensaje que ganó peso tras romper la racha histórica de Yamaha de 25 grandes premios sin vencer. «Hay que pensar que es una gran fábrica y es difícil que hagan movimientos muy extremos como el que hicimos en Tailandia, así que también estoy muy contento porque ellos se han esforzado», reconoció el domingo, a la vez que deslizó dónde está uno de los principales problemas de la M1: un error en el diseño del propulsor. «Sabemos que en el motor aún hay un fallo pero al menos en el set up se han esforzado mucho». La deriva de estos meses ha sacado el lado más impulsivo del piloto gerundense, que decidió muy pronto que a partir de 2019 trabajará con otro jefe de mecánicos (Esteban García, ahora con Smith en KTM, y con el que ganó el Mundial de Moto3, sustituirá a Ramón Forcada), mientras a su alrededor le frenaban en sus ansias por cambiar aún más cosas. «Es fácil perder la confianza en uno mismo y yo tengo la suerte de tener grandes personas al lado que cada día me dicen quién soy, de dónde vengo y todo lo que he hecho. Y eso me ayuda a continuar, a hacer un reset en la cabeza en cada entrenamiento y a dar un poquito más».

Álvaro Bautista.
Álvaro Bautista. Efe

El que nunca ha perdido la confianza en sí mismo es Bautista. El talaverano, como otros pilotos de la parrilla, no ha podido contar prácticamente hasta este fin de semana con una moto de primera línea en MotoGP. Debutó con Suzuki en MotoGP, pero pronto la marca se retiró; con Honda fue un satélite con material diferente a otros, después se 'comió' la difícil reentrada de Aprilia y desde hace dos temporadas se pelea con una Ducati B, un año por detrás en el desarrollo que las oficiales. «No sé si ha fallado algo o no, pero el caso es que esta es la situación y no se puede mirar para atrás», explicó tras lograr su mejor resultado de 2018, cuarto, en una carrera en la que peleó de tú a tú con los habituales del podio, llegando a rodar segundo en el peor trazado para Ducati en los últimos años. «Sí que sé que siempre he intentado hacerlo lo mejor posible. Aquí he tenido la oportunidad de tener una moto muy competitiva y en un solo fin de semana ya estaba con los mejores, así que creo que si hubiese tenido una moto así desde hace tiempo podría haber estado mucho más arriba». Bautista ha pagado las prisas del mercado de fichajes. Con esto y con la decisión de algunas escuderías de subir pilotos de Moto2 con poca experiencia, y con la realidad de otras que buscan a los que vienen con dinero bajo el brazo, se ha visto obligado a emigrar a Superbike, un campeonato dominado desde hace cuatro años por la Kawasaki del norirlandés Jonathan Rea y en el que Ducati busca reverdecer laureles.

«Me gusta correr en moto y si puedo ganar, ganar. Así que siempre que tenga una moto competitiva en algún sitio me va a gustar. Aquí no tengo una moto oficial y así es muy complicado, pero este fin de semana he tenido la oportunidad de Ducati, de coger una moto oficial y en pocas vueltas he podido estar luchando con los de arriba y eso quiere decir que la moto también influye mucho». Un discurso que corroboró con un rendimiento que ha hecho que llame más la atención que un piloto con sus cualidades y trayectoria haya tenido que buscar sitio en otro lado. «Iba cómodo, diciendo 'esta es mi posición, aquí es donde tengo que estar yo, en toda la pomada y no pensando en luchar por estar décimo'. Es la carrera de todo el año en la que más cómodo me he sentido», concluyó uno que en otras categorías, y con material parecido, había mirado cara a cara a pilotos como Dovizioso, Lorenzo o Stoner.

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