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El expresidente George H. W. Bush. en una imagen de 2002.

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El expresidente George H. W. Bush. en una imagen de 2002. Efe

Muere el patriarca de los Bush y pone fin a una era

El expresidente, de 94 años, sufría de párkinson y había perdido a su esposa hace siete meses

Mercedes Gallego

Corresponsal en Nueva York (EE UU)

Sábado, 1 de diciembre 2018, 07:55

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Con él se fue una era. George H. W. Bush era el patriarca de una dinastía política con la que, para muchos, se acabó el Partido Republicano de sus padres, sustituido hoy por el de Donald Trump, un presidente atorrante que rompe a diario con cualquier protocolo de los caballeros como Bush, que murió el viernes a los 94 años de edad. Seguía en la estela de la muerte a Barbara, su fiel compañera que murió apenas hace siete meses, con la que estuvo casado 73 años.

A nadie se le escapaban los suspiros de una era que despierta añoranza por igual entre acólitos y adversarios, temerosos de que con él se vaya el país del que un día se sintieron orgullosos. Bill Clinton, que le conoció como amigo y enemigo, dijo este sábado saber exactamente lo que él diría ante esos suspiros nostálgicos: «Tonterías. Es tu obligación recuperar esa América», escribió en el Washington Post.

Bush padre no era ningún santo, como demuestran los testimonios de varias mujeres que le acusaron de haberles tocado el culo desde su silla de ruedas mientras posaban con él para una foto después de haberles contado un chiste picante. Por su edad, y porque pidió tímidamente perdón a través de un portavoz, que lo achacó a la falta de control de impulsos que da la medicina para el párkinson, el #MeToo le respetó y esta semana será enterrado con todos los honores del primer presidente que fallece en EE UU desde Gerald Ford en 2006.

A diferencia del senador John McCain, otro héroe nacional despedido este año, Donald Trump está invitado a su funeral en la Catedral Nacional. Al fin y al cabo le hizo bueno, como a su hijo y a todos los presidentes que le han precedido, a los que la sociedad estadounidense mira ahora con ojos benevolentes. Este Bush más moderado no invadió Irak, sólo lo bombardeó desde el aire y se retiró justo a tiempo de no evitar la ruptura con la coalición de aliados que le había ayudado a liberar Kuwait.

Su hijo terminó la labor once años después con la excusa del 11-S, pese a que ninguno de los terroristas involucrados en ese ataque era iraquí. Mucho se ha hablado de esa inquina pendiente en la familia, pero lo cierto es que el patriarca de este clan supo contener sus instintos bélicos. Lo que le mortificó en los años venideros no fue la guerra inacabada, sino las elecciones perdidas frente a Bill Clinton que le convirtieron en lo que más teme ningún mandatario de EE UU: ser presidente de un solo mandato. O sea, un coitus interruptus. Un examen de reválida que suspendió por votación popular.

Toda su carrera había sido el guión del perfecto candidato, esposo y padre de familia. Nació en una familia muy blanca de las élites conservadoras de Nueva Inglaterra, se alistó en el Ejército, combatió en la Segunda Guerra Mundial como piloto, sobrevivió al derribo de su avión, ganó medallas, estudió en Yale, se casó con su novia de la adolescencia, hizo fortuna en el negocio petrolero, fue congresista, embajador en la ONU, presidente del partido republicano, director de la CIA, enviado especial en China, vicepresidente de Ronald Reagan, presidente él mismo y padre de otro presidente. Casi pone al segundo de sus hijos en la saga de mandatarios, pero EE UU estaba cansado de las dinastías y no quería a otro Bush en la Casa Blanca. Jeb, casado con una mexicana, era para muchos el mejor de los tres, pero llegó el último. Tuvo la virtud de añadir un poco de mestizaje a esa familia tan de Nueva Inglaterra que su padre había formado en Texas y por los comentarios que muchos le oyeron decir, al patriarca le costó asimilar la tez morena de sus nietos.

Se le recordará por su prudente decisión de dejar a Sadam Hussein en el poder, por pactar con Mijail Gorvachov la reducción del arsenal nuclear con la que sellaron el final de la Guerra Fría y por la invasión relámpago de Panamá, que sirvió para juzgar a Manuel Antonio Noriega en EE UU por narcotráfico. Modelo de hombre de familia, mandatario firme pero comedido, dentro de los estándares republicanos, con el que sueñan los parias conservadores de la era trumpiana.

Pedro Sánchez destaca su «talante dialogante e integrado»

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha lamentado el fallecimiento del expresidente de Estados Unidos George H.W. Bush, a quien se ha referido como «un gran dirigente» con «talante dialogante e integrador».

Sánchez ha afirmado que el expresidente, fallecido en Houston a los 94 años de edad, «protagonizó momentos claves para la historia» de la relación entre España y Estados Unidos, «gracias a su talante dialogante e integrador». «Mi pésame y cariño a toda su familia y al pueblo americano», ha escrito el jefe del Ejecutivo en su cuenta en la red social Twitter.

Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lamentó hoy la muerte del expresidente George H.W. Bush (1989-1993) y destacó que guió «a la nación y al mundo» al «victorioso fin» de la Guerra Fría.

«Con buen criterio, sentido común y un liderazgo imperturbable, el presidente Bush guió a nuestra nación y al mundo a un pacífico y victorioso fin de la Guerra Fría», expresó Trump en un comunicado conjunto con su esposa, la primera dama Melania Trump.

«Como presidente -agregó-, sentó las bases para décadas de prosperidad que le han seguido».

Trump dijo que a Bush también se le recordará «por su devoción a su familia, especialmente al amor de su vida, Barbara».

«Su ejemplo sigue vivo, y seguirá conmoviendo a futuras generaciones para buscar una causa mayor», añadió.

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