La Parte Vieja de Miranda rejuveneció con otra Gran Quedada
Doce años después de su primera edición, la cita se consolida como uno de los reencuentros más esperados entre la veteranía y también la juventud
La Parte Vieja de Miranda volvió a ser joven. Este sábado, 11 de octubre, las calles que un día marcaron el pulso nocturno de la ciudad recuperaron su latido más festivo en la undécima edición de La Gran Quedada. Lo hicieron como en los viejos tiempos: con música, con brindis y, sobre todo, con una energía que muchos describieron como «la de siempre».
Hacía tiempo que no se veía a tanta gente en el casco histórico un sábado noche cualquiera. Miles de personas —entre ellos muchos jóvenes que apenas habían escuchado hablar de lo que un día fue la fiesta en Miranda— llenaron la zona, convertida en un improvisado túnel del tiempo. «Esto sí que era Miranda», dijo entre risas un veterano de los años dorados, vaso de 'machacao' en mano. «Es verdad que en nuestros reencuentros se cuelan muchos chavales, pero da gusto ver a tanta juventud aquí otra vez», apostilló después.
Un viaje al pasado
Pasadas las ocho de la tarde, la música comenzó a sonar en rincones donde hacía tiempo que la decadencia se había instalado. La batucada Batuskirla fue la encargada de captar en el ensanche de la ciudad a aquellas personas más indecisas para que siguieran sus pasos al ritmo de la música hasta la Parte Vieja de Miranda. Allí, las calles de Los Hornos, San Juan y La Fuente rejuvenecieron con música de La Movida y también de los años 90. Además, la música en directo volvió a ser una consntante.
Y en este contexto festivo, la plaza de España se erigió de nuevo en epicentro de una noche en la que se mezclaron generaciones y recuerdos. Como es tradición, a medianoche, centenares de voces se unieron para entonar el Himno de Miranda antes de posar para la foto colectiva, ese retrato anual que guarda la esencia de una ciudad que no olvida de dónde viene.
El ambiente no decayó ni un instante. Los locales reabiertos y los pinchadiscos mantuvieron el ritmo hasta bien entrada la madrugada, mientras los brindis con «machacaos» —esa bebida que es casi una seña de identidad de la Parte Vieja— se multiplicaban por las calles del casco antiguo. «Era imposible no apuntarse», contaba una de las asistentes más jóvenes. «Mis padres siempre hablaban de cómo se salía aquí y ahora entiendo por qué», apostillaba entre risas.
Hacia las tres de la madrugada, la música fue apagándose poco a poco y los más fiesteros emprendieron rumbo a la zona nueva, donde la noche continuó por unas horas más. Pero el eco de las guitarras, los DJ y las risas siguió resonando en el corazón de la Parte Vieja, esa que por una noche volvió a ser el alma de Miranda. Once años después de aquella primera quedada en 2013, la cita no solo resiste: se agranda, se rejuvenece y confirma que la nostalgia también tiene el poder de devolver la vida a cualquier rincón.