Borrar
Las diez noticias imprescindibles de Burgos este jueves 4 de diciembre
El mural ha causado sensación en la población de Miranda de Ebro C.M.

La iglesia de Miranda que mira al siglo XXI gracias a un atrevido mural y a la fe de un joven cura de Burgos

La buena sintonía entre Fernando Puigdomenech, el cura de la iglesia de Santa Casilda, y Esteban Espinosa, el muralista tras el pseudónimo de Tinte Rosa, da forma a una renovada Santa Casilda que apuesta por la fe

Celia Miguel

Burgos

Martes, 12 de agosto 2025, 07:12

Comenta

En la ciudad de Miranda de Ebro, en la provincia de Burgos, un atrevido mural firmado por Tinte Rosa, Esteban Espinosa es el nombre real de este artista, adorna una iglesia. Una iniciativa que ha sorprendido a los vecinos y que busca acercar la Iglesia a la gente.

Cuenta la tradición cristiana que, hace muchos siglos, vivió en tierras castellanas una joven princesa mora que, pese a los lujos y privilegios propios de la realeza, eligió la compasión por encima del poder. Movida por una bondad inusitada, desafió las órdenes de su padre y se las ingenió para llevar bajo su manto alimento a los prisioneros cristianos que, por aquel entonces, se encontraban recluidos en las cárceles.

Sin embargo, un día fue sorprendida por el rey y hubo de recurrir a la fe para, finalmente, obrar el milagro: bajo su capa, los panes que transportaba se transformaron en rosas que cayeron al suelo ante la sorpresiva faz de su padre. Un milagro que marcó tanto su vida como la de miles de devotos que todavía hoy honran a Santa Casilda.

Así lo narra Fernando Puigdomenech, el joven párroco de la mirandesa iglesia de Santa Casilda que, con la intención de acercar su casa —«la de todos»— a la ciudad de Miranda de Ebro, ha dinamizado la conversación veraniega por medio de un atrevido mural firmado por Esteban Espinosa, el artista mirandés que se esconde tras el pseudónimo de Tinte Rosa.

La pared de Santa Casilda mira al siglo XXI

La idea nació del propio Fernando hace ya varios años. Recién llegado a la parroquia, no pudo evitar reparar en el descuidado aspecto de uno de los muros más visibles del templo: una pared lateral que, durante años, se erigió en lienzo de incontables grafiteros con ganas de plasmar sus firmas en unos sillares cada vez más deslucidos. La entrada al barrio de Anduva mostraba aires de abandono y Puigdomenech quiso dar la vuelta a la situación.

La juventud del párroco, de treinta y un años, brindó una solución acorde a los tiempos: el mural como soporte de un mensaje artístico en el que Santa Casilda, la Virgen de Altamira y algunos de los símbolos con más arraigo de la ciudad quedarían plasmados. Y la oportunidad llegó este verano, cuando una feligresa deseosa por cumplir una promesa personal decidió contribuir con una generosa donación que completaría las pequeñas iniciativas parroquiales emprendidas hasta la fecha, como la venta de gominolas al final de misa. «Un milagro».

Puigdomenech, que no conocía a Tinte Rosa, indagó en su obra y se decantó por un encargo claro pero abierto a la creatividad. Cura con dotes artísticas, nunca quiso coartar la libertad creativa de Espinosa, ya que solo de este modo surgirían obras con alma y, en consecuencia, solo así se podría conectar con «la fe del artista», según razona el párroco. «Quiero esto —le trasladó al pintor—, pero crea, haz lo que quieras».

Dicho y hecho. Era la primera vez que Espinosa se enfrentaba a un mural en un templo de culto, pero el artista consiguió cohesionar con sus trazos todas las ideas del párroco en un trabajo en el que reconoce que también hay fe, en sí mismo y en su talento. El resultado es una Santa Casilda joven y actual que reza a la Virgen de Altamira entre pétalos de rosa y referencias directas a la identidad mirandesa, entre las que figuran el puente de Carlos III e incluso el escudo del Club Deportivo Mirandés.

El mural incorpora distintos símbolos de la ciudad de Miranda C.M.
Imagen principal - El mural incorpora distintos símbolos de la ciudad de Miranda

El diálogo entre la fe y el arte

«Pintar a Santa Casilda fue todo un reto —admite el muralista—, porque podía quedar demasiado contemporáneo, pero creo que el desafío fue bien solventado». Como él, multitud de personas se muestran satisfechas con el renovado aspecto que luce una de las paredes más llamativas de la avenida República Argentina. Y si bien las opiniones son variadas, el hecho de que el párroco respalde la propuesta artística de Espinosa promueve una opinión generalizada muy positiva.

Multitud de personas se detienen frente al mural C.M.
Imagen principal - Multitud de personas se detienen frente al mural

La respuesta ha superado toda expectativa. «Hubo un momento en que no daba abasto para decir gracias», recuerda el artista. Y más de una semana después de que guardara sus pinturas, la fachada se erige en un improvisado punto de encuentro donde todavía numerosos vecinos se detienen para deleitarse con la obra.

En una ciudad que, ciertamente, no sobresale por su arraigo religioso, la espiritualidad retorna estos días a la conversación por medio del arte: punto de unión entre el ser humano y su dimensión más abstracta, puente hacia «lo trascendental», según el propio Fernando. Y es que, sentencia el párroco, «al final, la fe y el arte van de la mano». Que así sea.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

burgosconecta La iglesia de Miranda que mira al siglo XXI gracias a un atrevido mural y a la fe de un joven cura de Burgos