Ventajas de viajar intercambiando casa: «Entiendes mucho mejor el país»
Elena Alonso y su familia llevan cambiando su casa para irse de vacaciones desde 2011. Han hecho más de 30 viajes nacionales e internacionales y asegura que no tiene miedo y que recomienda esta forma barata de conocer el mundo
Para muchas familias, irse de vacaciones cada año puede suponer un quebradero de cabeza y hacer cuentas para calcular qué destino podrán permitirse visitar. Sin embargo, eso no les ocurre a otros turistas como Elena Alonso, que lleva desde 2011 intercambiando su casa para viajar sin pagar el alojamiento.
Hace 13 años, al marido de Alonso le hablaron de esta forma de irse de vacaciones y, al comentárselo a ella, ambos se pusieron de acuerdo: «Ese mismo día nos apuntamos», cuenta. La mecánica es simple: una página web o aplicación te cobra una tarifa anual que ronda los 150 euros para ponerte en contacto con más personas que ponen a disposición su casa. Las más comunes son Home Exchange, Home from Home o Home-link.
El siguiente paso es buscar el lugar de visita y las fechas y ver si algún alojamiento te cuadra para viajar. Además, hay opciones de intercambio mutuo, en el que ambas familias están a la vez en sus respectivas casas, o sólo en una dirección. Esta opción la suelen utilizar quienes tienen o dejan sus segundas residencias.
En el caso de Alonso y su familia, ellos han viajado más de 30 veces con este método desde 2011. Sevilla, Valencia, Barcelona, Estocolmo, Roma, Suiza, Salou, Nueva York, Irlanda, Alemania... son decenas los destinos que han conocido esta burgalesa, su marido y sus tres hijos. Además, no han pagado alojamiento en ninguno de estos destinos.
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El gasto de unas vacaciones así, en las que normalmente se quedan unos 15 días en cada destino, «es impensable para una familia normal», explica Alonso. Sin embargo, intercambiar casas es «una manera barata» de conocer muchos sitios por menos dinero. De hecho, en Burgos cada vez se está haciendo más popular esta forma de viajar.
«Te metes en su vida»
Otro de los puntos fuertes de intercambiar casa, según detalla Alonso, es conocer a fondo la cultura que visitas. «Te metes en su vida y así entiendes mucho mejor el país», explica. Por tanto, no es como ir a un hotel, albergue o piso de alquiler; sino que, por tiempo limitado, el viajero se vuelve parte de la cultura que visita.
«Es un aprendizaje brutal porque estás metido dentro de su sociedad», comenta la burgalesa entusiasmada. Ve esta forma de viajar como una oportunidad de aprender, compartir y respetar, ya que unos extraños ceden su casa y hacen hueco como pueden para que los viajeros pongan sus pertenencias.
Elena y su familia hacen, al menos, dos viajes al año de esta forma. Para ella, es una experiencia que recomienda «al 100%». Además, asegura que «nunca» ha tenido miedo ni de ir a una casa ajena ni de que extraños entren en la suya, porque se comunican previamente y las aplicaciones para ponerse en contacto verifican tanto a las personas como los inmuebles. Además, al finalizar la estancia, tanto huésped como propietario se escriben reseñas al respecto.
Encontrar las llaves, cuidar a un gato o quedarse con el hijo de la propietaria
Sin embargo, en todos estos años de viajes y casas nuevas, Elena y su familia se han encontrado varios casos anecdóticos. «Dónde te dejan las llaves es de lo más curioso, porque en Alemania nos las dejaron en un paragüero, fuera de la casa», explica. Sin embargo, cuando visitaron Francia el casero se las dejó como en una gymkana, y tuvieron que superar pruebas para encontrarlas.
Otra de las aventuras ha sido cuidar animales, ya que, en sus viajes, la familia de Elena se ha hecho cargo de gatos y conejos. Incluso una vez, en Roma, coincidieron en la casa con el hijo de la propietaria, con quien entablaron una relación que todavía perdura.
Lo normal es no conocerse entre huéspedes y propietarios
Pero, a pesar de que Elena y su familia conocieran a uno de sus anfitriones, no es lo habitual en el intercambio de casas. «Lo normal es que no nos conozcamos», explica, aunque a veces han estado a punto. En una ocasión, llegaron a la casa y la pizza que les habían dejado los propietarios en el horno para cenar aún estaba caliente.
En otra ocasión, coincidieron a lo lejos en el aeropuerto de Santander con la familia con la que intercambiaron viviendas, y se reconocieron por las fotos. A ellos, además, les dejaron su propio coche para que se movieran por España.
Además, Alonso explica que los anfitriones suelen dejar instrucciones de los electrodomésticos u otros mecanismos, así como planos, indicaciones o recomendaciones de sitios para visitar o comer. Asimismo, los propietarios de la casa también suelen dejar un pequeño detalle con productos de la zona. «Recomiendo la experiencia al 100%», se reitera Elena Alonso.