Víctima de violencia de género de Burgos: «Le vas justificando hasta que dices: La próxima no lo cuento»

Una mujer narra su historia de violencia, denuncia, experiencia con un dispositivo telemático y superación: «Yo por suerte he tenido el respaldo de mi familia»

Sara Sendino

Burgos

Domingo, 26 de octubre 2025, 09:36

La historia de Violeta es única, pero comparte ciertos aspectos y vivencias con la de miles de mujeres. Mujeres que han superado episodios de abuso y violencia por parte de sus parejas cuando estas se convirtieron en agresores. Algunas mujeres, por desgracia, no han logrado sobrevivir; mientras, las supervivientes como esta mujer de Burgos luchan porque su voz sea escuchada para que su historia no se repita.

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Violeta (nombre ficticio) es de Burgos. Con 26 años era una joven normal: vivía con sus padres, tenía un trabajo y solía salir con sus amigas. A esa edad conoció a otro joven que cambiaría su vida para siempre. Al poco de conocerse, y con la emoción de ser «todo muy bonito», ambos se mudaron juntos.

Sin embargo, a lo largo de sus cinco años de relación todo fue torciéndose poco a poco, casi sin notarlo, día a día. Ella iba perdiendo el contacto con sus familiares y amigos, se iba aislando en un mundo modelado por su agresor.

Cuando la violencia se justifica

«Te empiezan a anular como persona», relata la joven de Burgos. Echando la vista atrás, casi le cuesta creer lo que vivió y cómo evolucionó todo. «Ni te das cuenta», explica, de cómo el camino de rosas se convierte en una senda oscura, llena de espinas, reprimendas, amenazas e incluso abusos físicos.

Poco a poco, Violeta fue dejando de lado a sus familiares y amistades, que casi no coincidieron con su agresor. Recuerda que él controlaba todo, incluso las visitas a la casa común: «Entraron mis familiares. Ni amistades ni nada porque, literalmente, no me dejaba».

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En una relación así, la víctima no reconoce que ese 'príncipe azul' del que se enamoraría tiempo atrás puede volverse un agresor. «Cuando empiezas a abrir más o menos los ojos, yo lo justificaba», detalla Violeta. La joven de Burgos recuerda que, cada día, ella justificaba los gestos de su agresor y cómo los ocultaba al resto.

El día en que todo estalló

Violeta puede contar, casi hora por hora, lo que hizo el día en que todo estalló. «A mí me agarró del cuello», relata la joven de Burgos. Ese día, algo hizo clic en su cabeza cuando se repitió a sí misma: «O me voy o no lo cuento». Fue entonces cuando decidió marcharse de la vivienda y, con temor y sin palabras, mostró las marcas en su cuerpo a una persona allegada.

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Poco a poco, su círculo más cercano fue enterándose y apoyándola en la denuncia contra su agresor. Porque, hasta ese momento, sus familiares y amigos no conocían el infierno que Violeta había vivido. Algunos podían intuir algo y por eso se habían «distanciado» del agresor de la joven, pero nunca habían imaginado que ella hubiera sufrido violencia física.

Porque, en estos casos, tal y como recuerda la burgalesa, la víctima debe abrir los ojos y darse cuenta por sí misma, sin presiones. Si la mujer siente que la familia o algún allegado le 'obliga' a reconocer la situación, Violeta señala que puede producirse el efecto contrario y, al final, alejarse de sus ellos y refugiarse en su agresor. Sin embargo, la joven también reconoce que contar con apoyo externo es indispensable para superar una situación de tal gravedad.

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La denuncia, la pulsera y las órdenes de alejamiento

Al principio, cuando Violeta se marchó de la casa común, quería que todo se acabase «sin denunciar». Sin embargo, varios días después y al ser acogida por familiares, ella dio un paso adelante y denunció a su agresor. Este, hasta que fue detenido y puesto en prisión preventiva, escribió y llamó en repetidas ocasiones a la joven.

Violeta recibió «amenazas muy graves», motivos que le dieron a la de Burgos más coraje en su lucha judicial. Pero, al igual que esos mensajes, durante los días en los que denunció, Violeta también sintió el apoyo de sus allegados. «Yo por suerte he tenido el respaldo de mi familia 100%», a la que puso en «preaviso» contándoles lo ocurrido.

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Tras el juicio, el agresor de Violeta fue condenado a dos años de prisión. Una vez fuera, se saltó la orden de alejamiento, por lo que la joven de Burgos solicitó una pulsera telemática para evitar que su agresor se le acercara. Sin embargo, no fue hasta la segunda petición cuando el Juzgado le concedió esta medida preventiva.

El arduo camino hacia una nueva vida

Al denunciar, según explica Violeta, le ofrecieron ayuda psicológica, de un asistente social y, en caso de necesitarlo, una partida económica. Aparte de estos recursos, el agresor de esta joven también llevó pulsera telemática. Esta se conecta a un dispositivo que lleva el denunciado y la denunciante, en este caso. Cuando ambos se encuentran próximamente, desde el sistema Cometa se ponen en contacto tanto con la víctima como con el agresor.

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En alguna ocasión, Violeta recibió llamadas para que se resguardase. Asimismo, en otro momento precisó la atención de la UFAM, la Unidad de Atención a la Familia y Mujer. Ella salía del trabajo cuando recibió una llamada desde esta unidad comentándole que los agentes debían escoltarle a casa. Los miembros de la UFAM se quedaron con Violeta hasta que el agresor fue localizado, una labor que ella considera «espectacular» y por la que está muy agradecida.

Ahora, años después y con la orden de alejamiento ya retirada, la joven de Burgos ha podido devolver el aparato telemático. Violeta ha rehecho su vida en Burgos, ha recuperado amistades y la relación con sus familiares como antes de cruzarse en el camino de la vida con su agresor.

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Reconoce que «la cosa», o el temor a que algo le pase, siempre está presente, pero no tiene miedo. Ella fue fuerte y valiente al denunciar lo que sufría, y sigue siéndolo a la hora de recuperar su vida. «Hay que tener mucha fuerza de voluntad y apoyo», reitera.

El peligro de caer en otras violencias

Pero la violencia de género no es sólo física y/o verbal. También afecta a la personalidad de la víctima y a sus relaciones sociales y con el entorno. Otro pilar fundamental es el abuso monetario, que se da cuando una de las partes no es independiente económicamente (sobre todo en el caso de las mujeres), y es el agresor quien ejerce ese control.

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El dinero es una forma de tener «atada» a la víctima, explica Violeta, que también sufrió este tipo de abuso. «Yo sé que juegan con todo lo que pueden; entonces, cuanto antes te separes, mucho mejor», explica, destacando que «la que pierde en toda separación es la víctima» porque, por el miedo a represalias, cede en cuanto a propiedades, dinero u otros bienes comunes que acaba regalando o malvendiendo.

Por ello, esta joven de Burgos pide que se aligeren los procesos para las víctimas. Por ejemplo, en la custodia de los hijos o en las separaciones de bienes. Porque, para ella, establecer distancia es primordial para comenzar una nueva vida.

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Violeta tuvo suerte, reaccionó a tiempo y sobrevive para contar su experiencia. Quiere que se conozca y, cuando ella identifica una violencia así, trata de mostrar la realidad a las víctimas. «Intentar abrir los ojos (a alguien conocido) puede evitar mucho», aclara. Ella pretende que su testimonio sirva para apoyar a esas mujeres de Burgos u otras ciudades que sufren violencia de género, para que den un paso al frente y denuncien a sus agresores. Para que sobrevivan y para que rehagan sus vidas sin violencias, abusos o ataduras. Libres.

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