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Actividad hortícola organizada por Adacebur para sus socios. BC
Coronavirus en Burgos:«El ictus no es cosa de mayores y la media de edad ha bajado mucho, entre los 30 y los 50»
NUEVA NORMALIDAD

«El ictus no es cosa de mayores y la media de edad ha bajado mucho, entre los 30 y los 50»

La Asociación de Daño Cerebral de Burgos atiende a más de 100 usuarios con secuelas por traumatismos craneoenfálicos, tumores o accidentes cerebrovasculares, ahora se adaptan a la nueva normalidad para garantizar la seguridad en las terapias

Gloria Díez

Burgos

Viernes, 3 de julio 2020, 08:09

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Las secuelas derivadas de accidentes cerebrovasculares, de traumatismos craneoencefálicos o tumores cerebrales pueden requerir de una terapia que, en ocasiones, será necesaria de por vida. En la Asociación de Daño Cerebral de Burgos (Adacebur) ayudan a estas personas a salir adelante y a mejorar su calidad de vida. Los socios de Adacebur son un colectivo de riesgo frente a la covid-19, por lo que a la educadora social, Mónica Alba y la neuropsicóloga, Inma García, les preocupan especialmente aquellas personas que han sufrido un DCA (daño cerebral adquirido) durante el confinamiento, y que este haya sido más grave «por no acudir a urgencias o por no llamar al 112».

Desde la asociación manifiestan que no han notado un incremento de usuarios a raíz de las secuelas de la covid, «no tenemos constancia de más casos, de una elevación de personas afectadas y eso nos preocupa«, señalan Alba y García. Este colectivo y las trabajadoras de la entidad vivieron con especial angustia la crisis sanitaria. Antes de que se declarase el estado de alarma, las trabajadoras de la asociación ya notaron »un bajón« en el número de asistentes a las terapias grupales e individuales. Aseguran que se enfrentaron al estallido de la crisis con mucho temor: «También a las trabajadoras nos daba cierto respeto atender a usuarios y usuarias sin saber el alcance de este virus. De repente, nos avisaron que se cerraba el centro, justo antes de conocer la noticia del cierre de colegios».

La adaptaión a la nueva situación no fue gradual, Alba y García coinciden en que «fue brusco», porque «el miedo se apoderó de todos», peoro los usuarios fueron avisados y entendieron perfectamente la situación. Como muchas otras asociaciones, continuaron realizando un seguimiento telemático de los socios. «Elaboramos un protocolo para que se mantuvieran en casa con sus rutinas en la medida de lo posible, también un protocolo en caso de tener que salir a hacer la compra, para intentar hacerles la vida un poco más sencilla», confiesan. En este sentido afirman que la idea en todo momento «ha sido el acompañamiento, en todos los sentidos de la palabra».

Desde Adacebur hacen un llamamiento y advierten de que «el ictus no es cosa de mayores, hemos visto cómo ha bajado la media de edad entre nuestros usuarios y ahora está entre los 30 y los 50 años». Por este motivo, la sensibilización con los problemas de daño cerebral adquirido debe ser transversal, porque nadie está exento de que sufrirlo.

La asociación sigue creciendo en usuarios, ya son más de 100 y los trabajadores destacan que «lo peor de todo es que la edad media va bajando». Además del ictus, están «los scasos como traumatismos craneoenfálicos, tumores cerebrales, anoxias, encefalitis, etc. que tampoco tienen una edad determinada». Adacebur cuenta con todas las terapias necesaria para una atención integral del daño cerebral adquirido y para el asesoramiento y apoyo a las familias de las personas afectadas.

Su nueva normalidad

Ahora retoman la rutina con ilusión porque, señalan, «los usuarios están encantados de volver a recuperar esta parcela de su vida». La compañía en la distancia no puede suplir los beneficios de tener cercanía diariamente, así lo consideran Alba y Garcia, sobre todo entre estas personas «que tienen sus secuelas, que hacen en mayor o menor medida que esto se complique. En muchos casos han sentido ansiedad por lo que estaba ocurriendo, o cierta tristeza y preocupación». Sin embargo indican que en la mayoría de los casos estos sentimientos no han logrado apoderarse de ellos.

«La adaptación está siendo de forma gradual, primero comenzamos haciendo una encuesta a todos los usuarios para saber quiénes estaban dispuestos a empezar y quiénes no», explican. Ahora, han cambiado los horarios de las terapias para evitar que la gente coincida en los pasillos. En cuanto a las terapias en grupo, han reducido el número de personas en cada una y alaban la actitud de los socios porque «todos acuden con mascarilla, respetan las distancias y ya han aprendido a saludarse con el codo, que les hace mucha gracia».

Al margen del protocolo y de todas las medidas higiénico-sanitarias que deben adoptar, Alba y García no dudan en que «las caras de ilusión al verse entre ellos y a los terapeutas, han sido lo mejor de la vuelta» porque, manifiestan, son «una gran familia».

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