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El conservador Luis Araus, que actualmente hace las veces de director del Museo de Burgos. Sara Sendino

El guardián de la arqueología y la historia burgalesas

El Museo de Burgos atesora cientos de miles de piezas que cuentan la historia de la provincia. Cada una de ellas es estudiada, catalogada y almacenada, puesto que la colección no se cambia desde hace cuatro décadas y es preciso hacer una gran inversión en el inmueble

Sara Sendino

Burgos

Domingo, 29 de octubre 2023, 09:23

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El Museo de Burgos fue fundado en 1843, aunque en ese tiempo no tenía una sede fija. La primera que ostentó se situaba en la Facultad de Teología, luego pasó al instituto López de Mendoza y también estuvo en el convento de las Trinas, el actual Correos. Después, las piezas habitaron el Arco de Santa María, para acabar dando vida a la Casa de Miranda y la de Angulo, donde aún se exponen.

Sin embargo, a pesar de sus 180 años de historia, el Museo guarda secretos de la provincia burgalesa mucho más antiguos: concretamente desde el Paleolítico hasta la actualidad. También los restos hallados en las excavaciones de Atapuerca son de su titularidad, aunque su depósito se sitúe en el Museo de la Evolución Humana desde su creación, en 2010.

El Museo de Burgos tiene dos plantas de arqueología y cinco de pintura. Sara Sendino

Pero, a pesar de este y otros préstamos que mantiene el Museo de Burgos con otras pinacotecas como el del Prado o el Reina Sofía, en sus almacenes guarda «cientos de miles» de piezas, asegura su director en comisión de servicios, Luis Araus. Tanto que se podrían rellenar «varios museos» con todo el material que posee.

El Museo de Burgos tiene como función atesorar la arqueología burgalesa «de todos los periodos». En él no sólo se almacenan obras de arte; sino también utensilios, como platos, u otras herramientas, como monedas, e incluso hasta restos óseos. Todo lo imprescindible para «dar información» y así conocer cómo vivían los burgaleses desde hace dos millones de años.

Un museo con cientos de miles de piezas

Cada año se realizan excavaciones en la provincia burgalesa, y en muchos municipios aún continúan encontrándose restos arqueológicos que pueden completar su historia. Cuando una pieza ingresa al Museo de Burgos, esta es catalogada y almacenada. Puesto que la colección no se renueva desde los años 80 y 90, todos los hallazgos pasan a guardarse en cajas, que son apiladas en el almacén.

Cada una cuenta con una pegatina que identifica cada pieza con su procedencia, su fecha de excavación e incluso el arqueólogo que realizó la tarea. Estos almacenes están diversificados en la planta baja del museo y también en cualquier espacio que se requiera para ello. «La mayor parte de piezas que hay en el museo son de cerámica», destaca Araus.

Todos los elementos están catalogados para posibles investigaciones futuras. Sara Sendino

De los «cientos de miles» de piezas que descansan en el Museo de Burgos, sólo se expone una parte, ya que enseñar todo sería cansino para el visitante, quien perdería el interés. Por eso, actualmente el museo llena unos 2.000 metros cuadrados de exposición y quince salas que transportan al visitante desde el Paleolítico hasta la Edad Contemporánea burgalesa, en un recorrido desde lo antiguo al arte más nuevo.

El arte de conservar cada fragmento

El Museo de Burgos cuenta con «una colección inmensa» que crece año a año y que es difícil de catalogar según llegan las piezas. Por supuesto, no es igual que llegue un cuadro contemporáneo donado y bien conservado a que se realice una excavación, puesto que en esta segunda cada pieza necesita un tratamiento específico.

Por ejemplo, en las provenientes de excavaciones arqueológicas se sacan muestras y se analiza el material con el que están hechas, para así datar a la pieza de una fecha e incluso de cómo se ha cocido, en el caso de la cerámica. En el Museo de Burgos también se encargan de analizar los restos óseos y los sedimentos en los que se encuentra cada pieza, porque estos pueden dar más detalles acerca de cómo vivían las antiguas sociedades que habitaban la provincia.

Pieza del Museo de Burgos en el taller de restauración. Sara Sendino

Asimismo, a la hora de conservar, «cada tipo de material requiere unas condiciones», indica el director. Afortunadamente, la mayoría de las piezas del Museo de Burgos son de cerámica y piedra, que «no requieren unas condiciones específicas» para conservarse. Sin embargo, otros restos compuestos de metales, cuero, madera o huesos necesitan «unas temperaturas muy estables» para que no se deterioren.

«La luz solar es muy perjudicial para casi todos los materiales», explica Araus. Por eso, el Museo de Burgos conserva casi todas las piezas que no están expuestas en la parte inferior del museo, «alejadas de la luz y las vibraciones».

Pieza romana procedente de Valdeande. Sara Sendino

Sin embargo, algunas de las piezas, después de llegar al Museo de Burgos y ser limpiadas y catalogadas, puede que no estén en buenas condiciones; e incluso pueden estar en un estado muy deteriorado. Ahí entraría en juego la restauradora de la galería.

Restaurar cada pieza, una tarea que requiere paciencia

«En las excavaciones no salen las cosas nuevas ni limpias», señala la restauradora. Además, «muchísimas piezas vienen dañadas», añade Araus. Por tanto, el Museo de Burgos realiza un tratamiento para cada resto que dependerá de su naturaleza y estado de conservación.

Con algunas de esas piezas, además de restaurarlas, el museo se encarga de reintegrar su volumen; es decir, con fragmentos de una vasija, por ejemplo, la restauradora crea la parte de la vasija restante para que el visitante pueda hacerse una idea de cómo era cuando se utilizaba en su época.

En otras, como una vaina con parte de la cacha de plata, el hierro se ha mineralizado. La restauradora se encarga de limpiar e integrar los materiales para que la pieza no se deshaga en trozos. Sin embargo, el puñal no podrá entrar en su funda de nuevo porque se ha deteriorado mucho.

La restauradora está tratando de limpiar tanto la funda del puñal como el arma. Sara Sendino

Otro de los componentes que el Museo de Burgos almacena es el sedimento en el que se encuentran los restos. Esto puede servir para brindar más información acerca del contexto de esta pieza, aunque también incrementa el número de elementos que se guardan en la galería.

Asimismo, las piezas que están expuestas también pueden estropearse con el tiempo. Si se activa un proceso corrosivo, estas vuelven al taller para restaurarse. Pero algunos tratamientos pueden llevar meses e incluso años, y es un vasto trabajo para una sola profesional de la restauración para toda la provincia de Burgos.

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