La peste, el misterio de la Santa Cruz y el Cristo de los huevos de Burgos
La religiosidad popular iba unida a la forma de entender la vida y la muerte. También a la enfermedad que se atribuía a la ira de Dios que había que aplacar con oraciones y rogativas
La religiosidad popular se ha mezclado en demasiadas ocasiones con aspectos mágicos. Las devociones a determinados santos, cristos y vírgenes han estado recubiertos de ese mito del 'Dios Tapaagujeros'. Con el acceso a la cultura, todos esos mitos han ido desapareciendo con el tiempo. Incluso la propia Iglesia institucional ha tratado de limitar determinados cultos que se tendrían como mágicos. Cultos que se hacían para rogar por el fin de una enfermedad o para pedir lluvia que regara los campos. Aspectos mágicos que, sin embargo, aún perduran en muchos pueblos y ciudades.
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En el boletín de la Institución Fernán González, Amancio Blanco recoge algunas anécdotas en su noticiario burgalés del último cuarto de siglo XVI. En este anecdotario, Blanco hace referencia a alguna de esas devociones, recuerda que el «viernes, 3 de enero de 1597, tratando el Cabildo sobre proveer remedios para evitar el daño de la enfermedad de la peste, él Licdo. Oliva, canónigo y médico, dijo que, aunque el principal remedio era el de acudir a Dios con sacrificios, oraciones, también secundariamente era necesario prevenirse de algunas diligencias humanas entre la que era de tenerse en cuenta que no estuviesen los pobres en las iglesias, donde fácilmente obtenían limosnas e 'inficcionaban' el aire y con ello sobrevenía mucho daño».
Se entendía, sobre todo en los ámbitos religiosos, que la enfermedad era un castigo divino y que, por tanto, la única manera de acabar con la enfermedad era acudir a dios con sacrificios y oraciones. Se deja de una manera secundaria la profilaxis.
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La figura del físico, asimilable a lo que hoy es un médico, hablaba de este tipo de enfermedades en el siglo XVI. El físico estaba presente en la sociedad y se basaba su investigación en aspectos semicientíficos. Así el licenciado Secada, uno de ellos, afirmaba después de ver morir a multitud de gente por la extensión de la peste en la ciudad, que una de las razones fundamentales de la extensión de la enfermedad era la falta de higiene.
Así se lo comunicó un 29 de abril de 1560 al Cabildo de la catedral: «la enfermedad que al presente hay en la ciudad es la misma que había habido en años, pasados en los puertos de Bilbao, Laredo y Santander y otros lugares y comarcas como Melgar, Revilla del Campo y otros lugares cercanos. Aunque en rigor no puede llamarse peste, es una enfermedad pestilente, contagiosa y peligrosa y que a muchos acaba muy presto».
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Otro licenciado, Ambrosio de Aguiar, también manifestó que esa enfermedad era muy contagiosa y que los doctores más graves de su facultad dicen que los principios son los «carbuncos y secas, y que lo mejor es ausentarse de los lugares en los que gruta»
Icono milagroso
Dada la influencia de la religión, el pueblo, empujado por la jerarquía eclesial y el Cabildo de la catedral, decidió encomendarse a la figura de Cristo. Y a una imagen, el Santo Cristo de Burgos, que se venera en la capilla del mismo nombre de la Catedral
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Este Cristo ha pasado por ser uno de los íconos milagrosos más importantes de la cristiandad. A esta imagen se dirigía el pueblo de Burgos y de los alrededores en situaciones de calamidad, enfermedades, como la peste, sequías o situaciones de guerra.
Una de esas grandes calamidades ocurrió en 1405 cuando la peste se cebó en la ciudad. Todo el pueblo burgalés acudió a rezar ante la imagen de este Cristo. Y tanto es así que incluso la devoción popular atribuyó a este Cristo el cese de la enfermedad. Esas primeras rogativas se realizaban ante la cruz en el monasterio de San Agustín, donde se veneraba la imagen antes de su traslado a la Catedral.
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Con esa premisa, el propio Ayuntamiento de Burgos hizo el voto de acudir en corporación como muestra de acción de gracias cada 14 de septiembre venerar a este Cristo. Tuvo que pasar dos siglos y en 1629, el propio Ayuntamiento ratifico el voto que se celebró de forma continuada hasta el siglo XX. Incluso las fiestas de la ciudad se celebraron en torno a la Cruz de septiembre.
Tal era, la devoción que el Ayuntamiento se dirigía a la Catedral, ya en este pasado siglo acompañado por timbaleros, maceros y clarineros. Saliendo de la Casa Consistorial, se dirigían a la Catedral, donde se reunían en la capilla de Santa Ana o en la Nave Mayor.
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Solo unos años después, en 1422, otro brote de peste asoló la ciudad. Fue entonces cuando el pueblo burgalés se hizo acompañar de la imagen de Santa María la Mayor desde la Catedral hasta monasterio de San Agustín, para interceder ante el Santo Cristo. Aquella peste se vio acompañada de una gran sequía. En1517 la procesión se hizo para evitar la gran sequía, a la que acudieron veintitrés concejos.
Era habitual que las formativas se hiciesen en la capilla del Cristo siempre acompañadas por figuras marianas como Nuestra Señora de la Cuadra, de Valle de Santibáñez; o la Virgen de Fresdelval; la Real y Antigua de Gamonal o la Virgen del Espino de Vivar del Cid, que acudían anualmente en procesión hasta el convento antes de la exclaustración.
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La Cruz era una devoción en el pueblo, tanto que en el siglo XVI su fiesta era una de las más importantes de la ciudad de Burgos, junto a la de San Lesmes.
Un cristo de leyenda
Según la leyenda, la imagen del Cristo de Burgos fue hallada por un mercader en el mar, donde una gaviota había anidado sobre el madero. Los huevos depositados en el nido se conservaron y fueron ofrecidos como símbolo de devoción. En un principio, la gaviota ponía tres o cinco huevos, que eran reemplazados con el tiempo. Sin embargo, en el siglo XVI, un comerciante trajo desde África huevos de avestruz, que sustituyeron a los originales y se integraron como parte de la singular iconografía y devoción al Cristo de Burgos.
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