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Tumba del arzobispo Carrillo, de Santiago de Compostela. BC
Burgos Misteriosa

El secreto que un arzobispo de Burgos se llevó a su tumba en Santiago de Compostela

Seducido por la impresionante imagen del Cristo de los Agustinos burgalés, el que fuera arzobispo de Santiago, Pedro de Carrillo de Acuña, hizo peregrinar hasta tierra mágica el espíritu de ese cristo que apareció en el mar

Sábado, 8 de marzo 2025, 09:27

¿Por qué Carrillo se hizo enterrar a los pies del Santo Cristo de Burgos en Compostela? La pregunta va más allá de la simple explicación del amor a ese Jesús escarnecido que fue hallado en el mar y llevado a suelo santo en la Catedral de Burgos tras un peregrinaje por varios monasterios y templos.

Petrus de Carrillo de Acuña archiepiscopus compostelanus et regni gubernator menor mortis vivens sibi posuit momentum et santissimo Christo Burgensi grati animo causa hoc sacellum dicavit obiit anno dommini 1667 die 17 aprilis. Así reza el epitafio de su tumba en suelo compostelano.

El arzobispo Carrillo. BC

O lo que es lo mismo, en castellano «Pedro de Carrillo de Acuña, arzobispo de Compostela y gobernador del reino, en vida se dio a la tarea de construir esta capilla, y con corazón agradecido la dedicó al Santísimo Cristo de Burgos. Murió el año del Señor de 1667, el día 17 de abril».

Pedro de Carrillo de Acuña nació en el pueblo burgalés de Tordómar en 1595 y murió en Santiago de Compostela en 1667. Fue un eclesiástico y jurisconsulto español, catedrático en Valladolid, presidente de la Chancillería, obispo de Salamanca, arzobispo de Santiago y gobernador de Galicia.

Lo que dice la leyenda

Dice la leyenda que al Cristo de la Catedral de Burgos le crecen el pelo y las uñas. Y como fiel reproducción que es el de Santiago de Compostela, éste fue mandado hacer también con pelo natural. La belleza de estas tallas es suprema. Pero el misterio que encierran lo es más. Y aún está por descubrir.

Sobre el Cristo de Burgos existen multitud de historias milagrosas y hechos prodigiosos. Esa devoción cuasi mágica es una de las razones que pudo llevarle a Carrillo a tener cerca de sí a este cristo tan peculiar. Burgos es la bisagra sobre la que se abren las dos hojas de esa ventana mística sobre la que se abre la fascinante historia de este cristo

El origen del Cristo de Santiago tiene principio. El de Burgos, no. O al menos no se sabe a ciencia cierta; es sí, existen varios relatos acerca de su aparición; se dice que fue el barón de Blatna, León de Rosmithal, un viajante europeo que realizó una gira por España y Portugal entre 1465 y 1467, quien contó que unos marinos de Burgos encontraron este cristo en una travesía marina cuando su galeón iba a la deriva, a mediados del siglo XV.

Una extendida devoción

En Europa era habitual que sobre siglo XIV se construyeran estos cristos. Su devoción se extendía por todo el orbe y eran muy queridos. En España, además del Cristo de Burgos existe figuras similares y con leyendas parecidas en Palencia, Orense y Finisterre. Este tipo de cristos está considerado en la categoría de cristos siniestros. Y los hay en decenas de lugares, pero los dedicados a esta devoción concreta de Cristo de Burgos.

Decenas de ciudades y pueblos de España y de Latinoamérica tienen al Cristo de Burgos como devoción. Si a ello lo unimos la fama de milagros, su advocación se extendió como la pólvora por todo el orbe conocido.

Los comerciantes burgaleses del XVI crearon en Sevilla la Hermandad del Santo Cristo de Burgos; En la localidad jienense de Cabra del Santo Cristo es el patrón del pueblo. Y en varios países del sur de América e incluso en Asia lo tienen un culto especial. Filipinas, Méjico, Venezuela, Perú o Bolivia le guardan devoción.

Las visitas reales

También ha tenido este Cristo de Burgos muchas visitas reales; sobre todo en época de la reina Isabel I y Juana. La reina madre se quiso llevar uno de los clavos para su devoción y custodia de la reliquia. Cuando el monje le quitó el clavo, el brazo de Jesús -recordemos, es articulado- se desprendió y comenzó a balancearse. Tal impresión se llevó la reina que se desmayó del susto.

Cientos de exvotos se agolpaban entonces en torno a la figura de Jesús. Personas que dejaban amuletos, postizos, piernas de madera y muletas, por los milagros obrados por este cristo. Eran tantos que no cabían en la capilla.

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