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Interior de la Catedral de Burgos. JCR
Burgos Misteriosa

El pavoroso fuego que se desató en la Catedral de Burgos el día de su cumpleaños

Un vecino del barrio de Huelgas avisó al Cabildo de un fuego de madrugada el 20 de julio de 1644, 423 años después de la colocación de la primera piedra

Sábado, 5 de julio 2025, 09:02

El mes de julio siempre ha sido una fecha especial para la Catedral de Burgos por muchos motivos. El principal es porque el día 20 del año 1221 se colocó la primera piedra de la seo burgalesa. Pero hay acontecimientos importantes que se fueron dando a lo largo de los tiempos y que marcaron las fechas de julio en negro en el calendario del Cabildo.

La Catedral es el lugar de Burgos que encierra más secretos, más misterios. Este del fuego del año 1644 fue uno de ellos. 423 años después de la colocación de la primera piedra se produjo un pavoroso incendio en la Catedral de Burgos; fue el mismo día 20 de julio, de un ya lejano 1644, hace ahora casi cuatro siglos.

Martínez Sanz en su 'Historia de la Catedral' relata que la «tranquila y silenciosa ciudad» despertó de súbito, «cuando las 2:00 horas del día 20 de julio de 1644, el clamor de las campanas llevó a la alarma a todos sus habitantes». Un hortelano, vecino de barrio de Huelgas, Francisco de la Peña, avisó de que el crucero de la Catedral estaba ardiendo.

El espectáculo debía ser dantesco, irrepetible, terrible porque el crucero estaba cubierto tanto en su parte interior como en su parte exterior con un complicado andamio para hacer posible que los trabajadores reparan los daños, causados por un gran huracán que unos años antes había destruido las ocho torrecillas o agujas con que está rematado.

El suceso conmocionó a toda la ciudad. Las crónicas del siglo XVII cuentan que las obras habían terminado aquel mismo día y se empezó a desmontar todo el andamiaje. Pero llegó la fatalidad, la desgracia. Apenas unas horas antes de comenzar el desmontaje, un fuego en las maderas del interior hizo imposible parar el voraz incendio, visible desde muchas partes desde la ciudad.

En un principio se atribuyó el siniestro al fuego a que los obreros habían empleado el día anterior para derretir plomo, según cuenta Juan Albarellos en sus Efemérides Burgalesas.

También indica que el Cabildo Catedralicio gratificó de manera espléndida al hortelano de las Huelgas que avisó del incendio. Su diligente actuación permitió que no hubiera más estrépito y se le concedió una pensión vitalicia.

Cuentan las crónicas que las dificultades para combatir el incendio fueron enormes. Era imposible hacer llegar el agua a aquellas alturas. Los operarios que trabajaban en las obras de la propia Catedral, los artesanos que tenían sus negocios alrededor del templo y muchos vecinos anónimos llegaron para intentar sofocar aquel terrible fuego.

Albarellos cuenta que «unos treparon por los andamios, otros gatearon por los tejados, todos lucharon con falta de medios, desafiar un valientemente los peligros y al fin, después de grandes trabajos, lograron extinguir el incendio».

Nada se habla en las crónicas, ni en la de Martínez Sanz, ni en la de Albarellos, de la intervención del propio Cabildo cooperando para apagar el fuego. Eso sí, se había reunido en la Catedral para rezar e implorar la ayuda divina ante semejante desgracia.

A las 3:00 horas se expuso el Santísimo Sacramento y se iluminó el altar del Ecce Homo; y cuando ya se había conseguido dominar el fuego, se hizo una solemne procesión claustral, llevando el Santísimo bajo palio, que permaneció expuesto con una extraordinaria concurrencia de fieles.

Primera piedra

En esa misma fecha de 1221, una vez trasladada a la sede episcopal de Oca a Burgos -hace 950 años-, el rey Alfonso VI hizo construir una iglesia que ocupaba parte del emplazamiento de la Catedral actual. Antes había ejercido como sede episcopal la iglesia de San Llorente, a escasos metros del emplazamiento de la antigua catedral románica y de la actual gótica.

Con la románica en funcionamiento, el rey Fernando III vio que aquella catedral se había quedado pequeña para las necesidades de la diócesis y concibió el proyecto de levantar un suntuoso templo, siendo obispo don Mauricio, que colocó con el infante don Antonio de Molina, la primera piedra el 20 de julio de 1221.

Ahí se dio principio a la obra y en 1230 pudo celebrarse la primera misa en la nueva iglesia. El Papa Honorio III concedió indulgencias a quienes, con sus limosnas, contribuyeron a la construcción durante el obispado de don Mauricio, que fue cuando se levantó el cuerpo central del templo. La piedra que puso Fernando III está ubicada junto al sitio que ocupa un gran pilar del crucero en el lado de la epístola, en la parte del coro.

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